Este es Carl Eckhar, pintado por Otto Prohpeter allá por el 1900. Se parece mucho, en planta y prestancia, a Volodia Popov.
Hoy he vuelto a verlo. Me encontraba en el jardín, que estamos reconvirtiendo entre todos en un huerto gracias principalmente al doctor Contreras y a Rosa María, que saben algo de esas cosas, cuando he visto llegar una furgoneta negra. La he reconocido de inmediato.
El conductor no se ha movido del sitio pero Volodia Popov ha bajado, tan elegante como siempre, y me ha saludado muy amable, revolviendo el pelo de Beatriz. Para su desdicha, mi hija ya tiene una edad en la que empieza a odiar esas cosas. Le ha mirado fatal y se ha ido corriendo.
- Creo que nunca he tenido mano para los niños - ha dicho él, riendo.
No sé por qué, la situación me ha provocado alguna clase de déjà vu. Es... como si ya lo hubiese vivido. Qué absurdo.
Popov ha dicho que habían divisado actividad en la casa y habían decidido echar un vistazo. Estaba sorprendido de verme allí, y encantado. Le he invitado a tomar un café en el porche. Enrique se nos ha unido minutos después y hemos estado charlado, primero de cosas intrascendentes, luego, como no podía ser menos, de todo lo que está pasando.
- ¿Está aquí por el Edterran? - pregunté, pensando que quizá pudiera darnos algo de información. Popov me miró pensativo. Tardó unos segundos en contestar.
- Ustedes no deberían estar aquí, precisamente por esa criatura. Y menos con una niña. No se imaginan hasta qué punto es peligroso.
- Ya lo creo que sí - masculló Enrique, seguramente pensando en Annetta - Y tengo toda la intención de reventarlo.
- ¿Reventar a un Edterran? - Popov le miró con indulgencia - No sabe usted lo que dice, amigo mío. Creo que no tiene nada claro a qué nos enfrentamos. No son seres de esta realidad, no pertenecen a este mundo, no puede medirlos, ni juzgarlos con nuestras normas. Son más poderosos, más rápidos, más fuertes, más longevos. Y, estos, sólo son los primeros en llegar, los encargados de abrir el camino - chasqueó los dientes - La verdad, no sé...
- ¿Qué? - insistí, a ver que se perdía en sus pensamientos. Popov hizo una mueca y suspiró.
- No sé si hemos perdido esta guerra antes de empezarla, querida. Me siento como debieron sentirse los galos ante la llegada de los romanos, o los indios ante la avalancha de colonos en el Nuevo Mundo, que para ellos era una tierra antigua habitada desde siempre por sus espíritus - señaló con un gesto en dirección al lugar en que está el cementerio - Lo que hay ahí, eso a lo que hemos abierto las puertas, es... inmenso. A veces pienso que sería mejor asumirlo cuanto antes, intentar contactar con ellos, buscar el modo de convivir.
- ¿Cómo puede siquiera pensar en ello? - pregunté sorprendida - No se puede convivir con esa clase de criaturas. Están... cazando almas, intentan abrir un portal, un paso para que llegue un Amo - añadí, repitiendo las palabras de Rolando. Popov me miró con ojos brillantes.
- ¿Y puede imaginarse cómo será ese Amo, Rebeca? ¿Su potencia, su esplendor? ¿Su capacidad destructiva y, a la vez, su capacidad de creación? El ser humano siempre ha intentado forjar dioses para sentirse completo, y eso es lo que está llegando. Un dios. Una criatura única, infinita, algo que apenas podemos concebir en nuestros pequeños cerebros mortales. ¿Qué sentido tiene oponerse y morir? ¿No sería mejor intentar parlamentar y seguir viviendo?
- ¿Y si nos meten en reservas, como a los indios que ha mencionado? ¿Y si nos consideran poco más que comida que habla y nos guardan en despensas o nos tratan como animales de granja?
- ¿Y si, sea cual sea el caso, no podemos oponernos a que sean ellos los que decidan qué ocurrirá? A veces, me asalta esa duda y no entiendo la razón de tanto esfuerzo - alzó las manos a los lados, con las palmas hacia arriba, en un gesto ecuánime - ¿De verdad piensan que, ante algo así, hay alguna oposición posible? ¿Que la cuestión no es, realmente, o aceptar o morir? No sé... ¿Qué sentido tiene, suicidarse lanzándote sin ninguna oportunidad de vencer contra un ser que todo lo devora y todo lo puede? ¿No es mejor tratar de ganarnos su buena voluntad? ¿De compartir el mundo que desean, ganando el mejor puesto posible en él?
Hubo un momento de silencio. Tal como lo planteaba, estábamos abocados a una muerte segura. Pero, la alternativa, no me gustaba nada en absoluto.
- No veo yo a Rolando negociando con esas criaturas - dije, finalmente. Popov se echó a reír.
- Ah, Rolando. Mi buen amigo Rolando. Me temo que está en lo cierto, querida. Rolando es un soñador, y alguien demasiado impulsivo y temperamental. Y a veces muy poco diplomático, debo añadir - titubeó un momento - Ustedes tienen una relación, ¿no?
- Bueno... - me lo pensé un momento, viendo la mueca de Enrique por el rabillo del ojo - Podría decirse que somos buenos amigos desde hace años, sí.
- Comprendo. Por eso la protege tanto. Y por eso le dio esa arma. Porque fue él, ¿no? - asentí - Lo supuse. Rolando está bien relacionado y dispone de excelentes suministros, pero jamás dejaría algo así en manos de cualquiera. Deben ser realmente buenos amigos - ni Enrique ni yo añadimos nada a eso. Popov se terminó el café y palmeó las manos sobre las rodillas - Bien, mis queridos amigos, he de irme. Estamos organizando las cosas y queda mucho trabajo por hacer.
- ¿Dónde se alojan? - preguntó Enrique.
- En el Pueblo B - dijo, poniéndose en pie y saliendo del porche, en dirección a su furgoneta. Enrique y yo fuimos tras él e intercambiamos una mirada - Intentamos crear zonas seguras, después ya organizaremos la caza. Tenemos órdenes de intentar capturarlo con vida, si nos es posible, para que nuestros científicos puedan estudiarlo y encontrar puntos débiles, aunque va a ser algo complicado. Un Edterran es prácticamente imparable. No tanto como un Monoi, claro, pero casi.
- ¿Hay algo que pudiera aconsejarnos, para el caso de que volvamos a toparnos con él? - pregunté, un último intento - ¿O explicarnos algo de su naturaleza?
- ¿No les contó Rolando lo que son y lo que buscan?
- Bueno, sí. Pero sin mucho detalle. Habló de que se llevan gente, para que su sacrificio permita el paso del Amo.
- Exacto. Está construyendo un Portal, un Acceso entre mundos. Cada alma secuestrada y sacrificada, apuntala una parte, un vértice, por decir algo que puedan entender, y cuando esté completo... entonces, ese Amo, que es demasiado inmenso para las pequeñas grietas, pasará. Y nosotros temblaremos y tendremos que asumir que no siempre se puede ganar, por muchas ganas que haya de combatir.
- Está bien, ha quedado claro que, si llega el Gran Monstruo, no vamos a tener muchas alternativas - dijo Enrique - Pero seguro que algo puede hacerse, para impedirlo, hombre. Esa es la cuestión, luchar para que no tengamos que plantearnos ninguna clase de rendición diplomática, que no necesitemos bajarnos los pantalones para salvar el culo - esta vez, Popov no le miró con indulgencia, sino pensativo, como si le estuviera tomando en serio por primera vez - Quizá, si conseguimos cerrar la grieta... Rolando nos consiguió explosivos, pero por lo que parece no son suficientes, tras la explosión tenía que sellar el lugar con magia. ¿Sabría usted cómo hacerlo?
- Sí, claro, podría ayudarles en eso. Pero, como le digo, necesito capturar ese Edterran con vida. Son órdenes.
- Una cosa no quita la otra. Podemos cerrarle el paso de vuelta, para que no se lleve más almas. ¿No haría más fácil, de hecho, su tarea?
- Supongo que sí - se rascó la barba - Vale, podría considerarlo. Pero tengan en cuenta que la magia no es como en las películas, me temo, necesitaré unos días para organizarlo todo. Por suerte, no creo que haya excesiva prisa. La evolución del Portal se percibe a través de distintos signos, ¿no se han fijado? En primer lugar, los locos se han unido bajo un líder - eso me hizo pensar en Hidalgocinis, aunque no sé si tiene realmente alguna relación - Luego se han observado auroras boreales en todas partes, como recordarán - tanto Enrique como yo asentimos - Y, ahora, los pájaros... - hizo un gesto hacia los árboles. Quedaban ya pocos pájaros con vida, pero estaban muy quietos, vigilándonos - Son los que han sobrevolado el cementerio, ¿saben? Los demás, los sanos, han huido, llenos de espanto. Estos... estos ya no son pájaros realmente. Enferman y cobran terribles apariencias, pero el cambio va mucho más allá. Es mucho más profundo.
- ¿Qué irá luego? - pregunté, con un hilo de voz.
- No estoy seguro. Pero por si acaso, aseguren bien puertas y ventanas, y si necesitan cualquier cosa, llámeme, que puedo enviar a alguien de inmediato. No lo dude, querida Rebeca, porque todo esto irá a peor antes de que llegue el fin. Será una prueba muy difícil... - miró alrededor, estudiando los terrenos y la casa, y se detuvo bruscamente. Seguí sus ojos y me topé con la figura de mi padre, que nos observaba con su catalejo desde la terraza. En ese momento lo había bajado y nos contemplaba directamente - ¿Quién es ese hombre?
- Mi padre. Salvador Goyri - añadí. Popov me miró, de un modo distinto, como intentando percibir algo, y sonrió.
- Es bueno que la familia esté unida, Rebeca. Cuídense.
Cuando se hubo ido, subí a la terraza. Mi padre estaba sentado en el borde de su hamaca, muy rígido.
- ¿Quién era ese hombre? - preguntó, imitando sin saberlo a Popov.
- Volodia Popov - le dije - Le conocí en Bilbao, el otro día. Es un amigo de Rolando.
Mi padre entrecerró los ojos y no dijo nada.
Hoy he vuelto a verlo. Me encontraba en el jardín, que estamos reconvirtiendo entre todos en un huerto gracias principalmente al doctor Contreras y a Rosa María, que saben algo de esas cosas, cuando he visto llegar una furgoneta negra. La he reconocido de inmediato.
El conductor no se ha movido del sitio pero Volodia Popov ha bajado, tan elegante como siempre, y me ha saludado muy amable, revolviendo el pelo de Beatriz. Para su desdicha, mi hija ya tiene una edad en la que empieza a odiar esas cosas. Le ha mirado fatal y se ha ido corriendo.
- Creo que nunca he tenido mano para los niños - ha dicho él, riendo.
No sé por qué, la situación me ha provocado alguna clase de déjà vu. Es... como si ya lo hubiese vivido. Qué absurdo.
Popov ha dicho que habían divisado actividad en la casa y habían decidido echar un vistazo. Estaba sorprendido de verme allí, y encantado. Le he invitado a tomar un café en el porche. Enrique se nos ha unido minutos después y hemos estado charlado, primero de cosas intrascendentes, luego, como no podía ser menos, de todo lo que está pasando.
- ¿Está aquí por el Edterran? - pregunté, pensando que quizá pudiera darnos algo de información. Popov me miró pensativo. Tardó unos segundos en contestar.
- Ustedes no deberían estar aquí, precisamente por esa criatura. Y menos con una niña. No se imaginan hasta qué punto es peligroso.
- Ya lo creo que sí - masculló Enrique, seguramente pensando en Annetta - Y tengo toda la intención de reventarlo.
- ¿Reventar a un Edterran? - Popov le miró con indulgencia - No sabe usted lo que dice, amigo mío. Creo que no tiene nada claro a qué nos enfrentamos. No son seres de esta realidad, no pertenecen a este mundo, no puede medirlos, ni juzgarlos con nuestras normas. Son más poderosos, más rápidos, más fuertes, más longevos. Y, estos, sólo son los primeros en llegar, los encargados de abrir el camino - chasqueó los dientes - La verdad, no sé...
- ¿Qué? - insistí, a ver que se perdía en sus pensamientos. Popov hizo una mueca y suspiró.
- No sé si hemos perdido esta guerra antes de empezarla, querida. Me siento como debieron sentirse los galos ante la llegada de los romanos, o los indios ante la avalancha de colonos en el Nuevo Mundo, que para ellos era una tierra antigua habitada desde siempre por sus espíritus - señaló con un gesto en dirección al lugar en que está el cementerio - Lo que hay ahí, eso a lo que hemos abierto las puertas, es... inmenso. A veces pienso que sería mejor asumirlo cuanto antes, intentar contactar con ellos, buscar el modo de convivir.
- ¿Cómo puede siquiera pensar en ello? - pregunté sorprendida - No se puede convivir con esa clase de criaturas. Están... cazando almas, intentan abrir un portal, un paso para que llegue un Amo - añadí, repitiendo las palabras de Rolando. Popov me miró con ojos brillantes.
- ¿Y puede imaginarse cómo será ese Amo, Rebeca? ¿Su potencia, su esplendor? ¿Su capacidad destructiva y, a la vez, su capacidad de creación? El ser humano siempre ha intentado forjar dioses para sentirse completo, y eso es lo que está llegando. Un dios. Una criatura única, infinita, algo que apenas podemos concebir en nuestros pequeños cerebros mortales. ¿Qué sentido tiene oponerse y morir? ¿No sería mejor intentar parlamentar y seguir viviendo?
- ¿Y si nos meten en reservas, como a los indios que ha mencionado? ¿Y si nos consideran poco más que comida que habla y nos guardan en despensas o nos tratan como animales de granja?
- ¿Y si, sea cual sea el caso, no podemos oponernos a que sean ellos los que decidan qué ocurrirá? A veces, me asalta esa duda y no entiendo la razón de tanto esfuerzo - alzó las manos a los lados, con las palmas hacia arriba, en un gesto ecuánime - ¿De verdad piensan que, ante algo así, hay alguna oposición posible? ¿Que la cuestión no es, realmente, o aceptar o morir? No sé... ¿Qué sentido tiene, suicidarse lanzándote sin ninguna oportunidad de vencer contra un ser que todo lo devora y todo lo puede? ¿No es mejor tratar de ganarnos su buena voluntad? ¿De compartir el mundo que desean, ganando el mejor puesto posible en él?
Hubo un momento de silencio. Tal como lo planteaba, estábamos abocados a una muerte segura. Pero, la alternativa, no me gustaba nada en absoluto.
- No veo yo a Rolando negociando con esas criaturas - dije, finalmente. Popov se echó a reír.
- Ah, Rolando. Mi buen amigo Rolando. Me temo que está en lo cierto, querida. Rolando es un soñador, y alguien demasiado impulsivo y temperamental. Y a veces muy poco diplomático, debo añadir - titubeó un momento - Ustedes tienen una relación, ¿no?
- Bueno... - me lo pensé un momento, viendo la mueca de Enrique por el rabillo del ojo - Podría decirse que somos buenos amigos desde hace años, sí.
- Comprendo. Por eso la protege tanto. Y por eso le dio esa arma. Porque fue él, ¿no? - asentí - Lo supuse. Rolando está bien relacionado y dispone de excelentes suministros, pero jamás dejaría algo así en manos de cualquiera. Deben ser realmente buenos amigos - ni Enrique ni yo añadimos nada a eso. Popov se terminó el café y palmeó las manos sobre las rodillas - Bien, mis queridos amigos, he de irme. Estamos organizando las cosas y queda mucho trabajo por hacer.
- ¿Dónde se alojan? - preguntó Enrique.
- En el Pueblo B - dijo, poniéndose en pie y saliendo del porche, en dirección a su furgoneta. Enrique y yo fuimos tras él e intercambiamos una mirada - Intentamos crear zonas seguras, después ya organizaremos la caza. Tenemos órdenes de intentar capturarlo con vida, si nos es posible, para que nuestros científicos puedan estudiarlo y encontrar puntos débiles, aunque va a ser algo complicado. Un Edterran es prácticamente imparable. No tanto como un Monoi, claro, pero casi.
- ¿Hay algo que pudiera aconsejarnos, para el caso de que volvamos a toparnos con él? - pregunté, un último intento - ¿O explicarnos algo de su naturaleza?
- ¿No les contó Rolando lo que son y lo que buscan?
- Bueno, sí. Pero sin mucho detalle. Habló de que se llevan gente, para que su sacrificio permita el paso del Amo.
- Exacto. Está construyendo un Portal, un Acceso entre mundos. Cada alma secuestrada y sacrificada, apuntala una parte, un vértice, por decir algo que puedan entender, y cuando esté completo... entonces, ese Amo, que es demasiado inmenso para las pequeñas grietas, pasará. Y nosotros temblaremos y tendremos que asumir que no siempre se puede ganar, por muchas ganas que haya de combatir.
- Está bien, ha quedado claro que, si llega el Gran Monstruo, no vamos a tener muchas alternativas - dijo Enrique - Pero seguro que algo puede hacerse, para impedirlo, hombre. Esa es la cuestión, luchar para que no tengamos que plantearnos ninguna clase de rendición diplomática, que no necesitemos bajarnos los pantalones para salvar el culo - esta vez, Popov no le miró con indulgencia, sino pensativo, como si le estuviera tomando en serio por primera vez - Quizá, si conseguimos cerrar la grieta... Rolando nos consiguió explosivos, pero por lo que parece no son suficientes, tras la explosión tenía que sellar el lugar con magia. ¿Sabría usted cómo hacerlo?
- Sí, claro, podría ayudarles en eso. Pero, como le digo, necesito capturar ese Edterran con vida. Son órdenes.
- Una cosa no quita la otra. Podemos cerrarle el paso de vuelta, para que no se lleve más almas. ¿No haría más fácil, de hecho, su tarea?
- Supongo que sí - se rascó la barba - Vale, podría considerarlo. Pero tengan en cuenta que la magia no es como en las películas, me temo, necesitaré unos días para organizarlo todo. Por suerte, no creo que haya excesiva prisa. La evolución del Portal se percibe a través de distintos signos, ¿no se han fijado? En primer lugar, los locos se han unido bajo un líder - eso me hizo pensar en Hidalgocinis, aunque no sé si tiene realmente alguna relación - Luego se han observado auroras boreales en todas partes, como recordarán - tanto Enrique como yo asentimos - Y, ahora, los pájaros... - hizo un gesto hacia los árboles. Quedaban ya pocos pájaros con vida, pero estaban muy quietos, vigilándonos - Son los que han sobrevolado el cementerio, ¿saben? Los demás, los sanos, han huido, llenos de espanto. Estos... estos ya no son pájaros realmente. Enferman y cobran terribles apariencias, pero el cambio va mucho más allá. Es mucho más profundo.
- ¿Qué irá luego? - pregunté, con un hilo de voz.
- No estoy seguro. Pero por si acaso, aseguren bien puertas y ventanas, y si necesitan cualquier cosa, llámeme, que puedo enviar a alguien de inmediato. No lo dude, querida Rebeca, porque todo esto irá a peor antes de que llegue el fin. Será una prueba muy difícil... - miró alrededor, estudiando los terrenos y la casa, y se detuvo bruscamente. Seguí sus ojos y me topé con la figura de mi padre, que nos observaba con su catalejo desde la terraza. En ese momento lo había bajado y nos contemplaba directamente - ¿Quién es ese hombre?
- Mi padre. Salvador Goyri - añadí. Popov me miró, de un modo distinto, como intentando percibir algo, y sonrió.
- Es bueno que la familia esté unida, Rebeca. Cuídense.
Cuando se hubo ido, subí a la terraza. Mi padre estaba sentado en el borde de su hamaca, muy rígido.
- ¿Quién era ese hombre? - preguntó, imitando sin saberlo a Popov.
- Volodia Popov - le dije - Le conocí en Bilbao, el otro día. Es un amigo de Rolando.
Mi padre entrecerró los ojos y no dijo nada.
Hola, precioso blog, bellas entradas le visten, un lujo, si te va la palabra elegida, la poesía, te invito al mio,será un placer,es
ResponderEliminarhttp://ligerodeequipaje1875.blogspot.com/
gracias, buen lunes, besos de agua...
Muchas gracias, don vito, por tus palabras y por tu invitación. Me pasaré por allí. Saludos.
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