Le Jour des morts, de William-Adolphe Bouguereau, pintado en 1859. Todos, hayan o no perdido a alguien, pueden captar el dolor que transmite.
Esta mañana, como convinimos, Rolando me ha llevado a buscar la tumba de mi padre. Él conducía, yo le indicaba la dirección. A ese respecto, mi Nuiz es más poderoso que el de Radar. Puedo localizar un cuerpo muerto.
Hemos dejado el coche en el camino y nos hemos internado entre los árboles. Es curioso, nada me sonaba familiar y eso que había estado allí hacía tan poco...
No tardé en encontrar la tumba. Rolando había llevado una pala y un par de mantas.
- Espérame en el coche - me dijo, pero no quise. Me senté en un tronco caído jugando con los bordes de mis guantes, escuchando el sonido de la pala mientras apartaba trabajosamente aquella tierra tan oscura.
No quiero recordar más. Nada, hasta estar ya con todos, en el pequeño claro cercano a la casa, donde lo volvimos a enterrar en una ceremonia improvisada. Mi madre y Beatriz lloraban. Yo creía que no, pero sí, no pude evitarlo. Lo supe cuando Rolando me pasó un brazo por los hombros. Creo que, en otras circunstancias, me hubiese besado pese a lo alejados que hemos estado últimamente pero, claro, no era posible.
- Yahveh es mi pastor, nada me falta - dijo Radar. Tiene una voz profunda y rica. Me alegré de que recitase eso, siempre me ha gustado. No seré creyente en un Dios, pero reconozco una hermosa frase escrita por los hombres cuando la oigo - Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo me conduce, y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su nombre. Aunque camine por el valle de las sombras de la muerte, no temeré ningún mal, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, me confortan...
Poco más escuché, dejé que mi mente vagase perezosamente a su propio arbitrio, como ha ocurrido tantas veces estos días. No sé, pensé en mil cosas y en ninguna. A pesar de lo triste de la situación, era agradable estar allí, aquella paz, aquella comunión entre todos, vivos y muertos.
El sol brillaba, pero me estremecí por la brisa que iba cargada de humedad, o eso me dije entonces. Ahora, en el silencio de la noche, confieso que tengo miedo, mucho miedo. Me siento sola y asustada. Ya no está mi padre, el Gran Enemigo, el Adversario. No, es más que eso, no es que no esté, es que ya no va a volver a estar, nunca. Qué difícil nos resulta, asumir la muerte, a los que todavía vivimos.
Y qué gran... no se, desdicha, qué infinita mala suerte que haya ocurrido esto ahora. Justo cuando empezábamos a conocernos de otro modo, cuando empezábamos a acercarnos, llega Popov y lo estropea todo.
En un momento así, además, en el que necesito tanto, tantísimo, su voluntad y su fuerza. Siempre fue un hombre enérgico.
El Gran Goyri. El Magnífico Goyri...
Han cubierto la tumba de flores. Incluso Sol ha aportado un bonito ramo de margaritas.
Yo no podía moverme.
- Vamos, hay que volver - me ha dicho Rolando - Tienes que descansar y, nosotros, prepararnos.
- ¿Cuándo? - he preguntado, algo apática. La verdad, en esos momentos no me importaba el Edterran ni su puñetero Amo, ni nada relacionado con esas repugnantes criaturas que se están colando por todas partes, sólo el dolor por haber perdido un padre que nunca tuve realmente.
A mi lado, Radar se acuclilló, cogió algo de tierra, la olió, la probó con la punta de la lengua, y la escupió.
- Quizá mañana...
Que bien escribes. Aunque mi experiencia de la muerte reciente de mi padre es muy diferente a la que relatas, me asombró descubrir tantos sentimientos en común. Debe ser el desconcierto provocado por la ausencia que llevaremos hasta nuestro último día, no lo sé, pero además de atrapado por tus palabras y por el ritmo en que las escribes, sentí algo de identificación. Saludos.
ResponderEliminarQuerida Rebeca, siento mucho lo de tu padre, entiendo lo que sientes, creo que cuando hay cosas que se quedan sin decir, siempre están con nosotros en eterna interrogación ¿porqué no lo hicimos cuando podíamos, o porqué?... muchos porqués.
ResponderEliminarEstamos de vuelta de nuestro viaje, todo está destruído y no hay más que miedo en los hombres que sobreviven. Salimos en pocos minutos hacia N y luego hacia S. Tengo un mal presentimiento, no se porqué.
Un abrazo.
Muchas gracias, mobtomas, de verdad. Y también siento mucho lo de tu padre. Entiendo lo que dices, perfectamente, claro que sí. Esa pena, el desconcierto, el desamparo, son sentimientos universales que compartimos y nos hermanan. Te mando un abrazo enorme.
ResponderEliminarHola, Blanca, gracias, cielo. Sí, muchos porqués...
ResponderEliminarTen mucho cuidado y recuerda que si lo necesitas, aquí tienes un refugio, tú y toda tu familia. Abrazos.