Poster del Departamento de Interior del Servicio de Parques Nacionales eeuitas. En él podemos ver unos ciervos (Bambi y su madre) que cruzan repentinamente la carretera ante un coche que se aproxima. Es de noche, hay poca visibilidad y va con los faros encendidos... Anda, que si los atropella, le va a quedar bien la carrocería. Claro que, nosotros, vamos en un Hummer H3, el de Rolando.
El texto tiene su gracia. Podríamos usarlo con los demonios, pedirles que "no asesinen nuestra vida salvaje". Por favor, por favor, por favor. Aunque me da que, ellos, sí que no se dejan influir por la publicidad, madre de tantos males.
He puesto esto porque buscaba algo con coches, difícil si te interesan sólo cosas de dominio público. Y, es que, estamos de camino hacia el sur, Rolando, Enrique y yo. Menudo trío.
Me ha costado mucho separarme de mis hijos, pero Rolando ha insistido en que era mejor dispersarnos, por si la gente de Popov o cualquier otro perturbado, o entidad maligno-malévola, está tras nuestra pista. Al parecer, puedo haber cogido cierta fama, con la eliminación del Amo de los Edterran. No sé si me agrada la cosa; vale, sí, lo sé, me da tremendamente por saco que por culpa de eso mi familia haya tenido que separarse, justo ahora que empezábamos a... Bueno, no. Con mis padres y con Beatriz había mejorado, pero con Jon no podía ir peor.
Y he tenido que irme sin despedirme de él, porque no ha querido ni verme.
Dos con Nuiz en un grupo, Rolando y yo. Los otros dos, en la casa, con los demás, hasta que lleguen refuerzos, aunque este tiempo van a dedicarse a seguir poniendo protecciones mágicas alrededor de la zona, para dejar a mi madre, a Beatriz, al doctor Contreras y al resto bien seguros... o todo lo seguros que puede estarse, en los días que corren. Luego, Radar y Sol se dirigirán también al sur, si es que llegan a tiempo de algo, con el coche de Enrique.
Jon irá con ellos. Yo no quería, hubiese preferido que se quedase con su hermana, protegiéndola hasta mi regreso, pero quién soy yo para decir nada. Nadie me hace caso.
Hemos salido bastante tarde, confiando estar en Madrid en un momento, llegar antes de que oscureciera, pero nos hemos encontrado las carreteras totalmente colapsadas, más todavía en las más grandes. Hubo un momento, en un tramo de la autopista a Vitoria, que he tenido que parar. Aunque siempre había tenido que ir esquivando vehículos abandonados, allí se había producido un accidente, o un ataque o algo, y el lugar estaba totalmente lleno de coches, de un lado a otro, incluso desbordando los lados, estrellados unos contra otros. No debía haber pasado mucho tiempo desde la colisión múltiple, porque también había estallado un camión cisterna y todavía seguía vivo el incendio.
Por todos lados había telas, cartones, bolsas de plástico... y cadáveres.
- No vamos a poder pasar con el coche - ha dicho Enrique - Tendremos que regresar y tomar alguna secundaria. O quizá podamos robar un vehículo al otro lado de este desastre, si lo cruzamos andando.
- No tenemos tiempo - Rolando ha abierto la puerta y ha salido. Se ha dirigido al frente, colocándose justo en el centro de la larga recta. ¿Qué va a hacer?, me he preguntado y seguro que también Enrique lo ha hecho, pero ninguno de los dos hemos abierto la boca.
Rolando ha extendido los brazos en cruz, ligeramente adelantados, y se ha concentrado...
- Joder... - he oído susurrar a Enrique. Sí, era como para flipar. Ambos hemos sentido la intensa concentración de energía, la fuerza inmensa que estaba acumulándose bajo la voluntad de Rolando. El aire parecía volverse denso, convertirse en gelatina que fluía y se quebraba continuamente. Era luz, era fuerza, centrando energía una y otra vez, una y otra vez... Cuando la tensión era tal que ya casi ni veíamos lo que había más allá, todo confuso tras el velo lechoso de aquella sustancia, Rolando hizo un ligero gesto hacia el frente.
La intensa bola de energía salió disparada de entre sus manos y barrió violentamente la recta, apartando los vehículos como si fueran de juguete. Los coches volaron, literalmente volaron, girando enloquecidos, dando bandazos, dirigiéndose a los lados; el camión, aquella mole inmensa, se arrastró casi cien metros con un crujido espantoso de hierros calcinados, mientras las llamas aumentaban salvajemente sólo para terminar apagándose del todo justo a continuación.
Rolando regresó al coche. Ahora sé muchas más cosas del Nuiz. Entre lo que he vivido y lo que me han explicado Radar o Sol, o el propio Rolando, me consta lo que cuesta utilizarlo, y más a ciertos niveles. Lo que había visto en Rolando implicaba un poder que yo ni me planteaba poder alcanzar.
- Despejado - dijo. Ni siquiera sudaba. No me extraña que nuestros enemigos le tengan tanto miedo.
- Buen trabajo - repliqué, y volví a arrancar el motor. Atravesamos la carretera como señores, franqueados por muros de vehículos aplastados unos sobre otros.
De todos modos, hemos avanzado lento porque no tardamos en volver a encontrar obstáculos. En algunos tramos, la cosa era jugar a esquivar, en otros ha habido que optar por carreteras secundarias. Hubo que buscar gasolina, que resultó más complicado de lo que pensábamos (la mayor parte de los vehículos abandonados ya habían sido vaciados, supusimos que por gentes de los pueblos de los alrededores), y también tuvimos un pinchazo, qué infierno. Si es que está todo lleno de mierda...
Rolando dijo que podía resolver alguno de los problemas, con Nuiz o con otros métodos mágicos, pero que disponemos de un buen margen de tiempo No merecía la pena desgastarse inútilmente. Era mejor centrarse en lo que no tuviera ninguna otra solución. Pues cierto, pero eso ha supuesto tiempo. Mucho tiempo.
Horas y horas, perdidos en la larga cinta gris...
Ha tenido sus momentos. Aprovechando que Enrique se había quedado dormido, le he contado a Rolando lo de la muerte de Santi, el novio de Blanca, fijándome en qué cara ponía, porque a Blanca le gusta un rato largo, o eso creo, desde que la rescató cual caballero andante, espada de luz en ristre. Y también le he hablado del accidentado viaje de Pilar. Ahí se ha reído, con ganas.
- Pilar es un auténtico icono - dijo, divertido - La suelo leer, cuando... - se ha interrumpido, bruscamente. Mi blog es un secreto entre él y yo, Enrique no sabe que esto existe y no quiero que lo sepa, qué vergüenza, con las cosas que he dicho de él... Por suerte, creo que a Rolando le gusta que siga siendo algo nuestro y, aunque Enrique parecía realmente dormido, no se ha arriesgado. Ha meneado la cabeza - cuando leo blogs.
Anda que no liga Pilar, entre lo del Choni y ahora este... A ver si me voy a tener que preocupar más por ella que por Blanca... Je.
Ahora, me siento terriblemente cansada y eso que nos turnamos para conducir. Yo llevé el coche el primer tramo, yendo hasta Vitoria y allí, por la A-I, enfilé hacia Madrid, pasando por Miranda y Burgos. De hecho, poco después de pasar por Burgos, es cuando se ha puesto al volante Rolando.
He buscado una foto de la Wikimedia, y he encontrado esta, de un cuadro de Ramón Díaz. Me ha gustado y me ha puesto triste. Que quede por siempre hermosa en nuestro recuerdo...
Estamos llegando a Madrid. Pensábamos pasarlo antes de parar, pero Rolando acaba de decir que le duele la cabeza, así que he sugerido que nos detengamos ya y nos busquemos una buena cena. Enrique está dispuesto a conducir, pero es peligroso. Tal como nos vamos encontrando la carretera, intentar seguir de noche es una locura. Así que, si me hacen caso, posiblemente paremos en algún lado y mañana empiece el turno él.
Tengo unas ganas inmensas de llegar. Cuanto antes esté allí, antes acabará todo esto y antes me reuniré con mis hijos.
Voy a buscar una aspirina para Rolando.
El texto tiene su gracia. Podríamos usarlo con los demonios, pedirles que "no asesinen nuestra vida salvaje". Por favor, por favor, por favor. Aunque me da que, ellos, sí que no se dejan influir por la publicidad, madre de tantos males.
He puesto esto porque buscaba algo con coches, difícil si te interesan sólo cosas de dominio público. Y, es que, estamos de camino hacia el sur, Rolando, Enrique y yo. Menudo trío.
Me ha costado mucho separarme de mis hijos, pero Rolando ha insistido en que era mejor dispersarnos, por si la gente de Popov o cualquier otro perturbado, o entidad maligno-malévola, está tras nuestra pista. Al parecer, puedo haber cogido cierta fama, con la eliminación del Amo de los Edterran. No sé si me agrada la cosa; vale, sí, lo sé, me da tremendamente por saco que por culpa de eso mi familia haya tenido que separarse, justo ahora que empezábamos a... Bueno, no. Con mis padres y con Beatriz había mejorado, pero con Jon no podía ir peor.
Y he tenido que irme sin despedirme de él, porque no ha querido ni verme.
Dos con Nuiz en un grupo, Rolando y yo. Los otros dos, en la casa, con los demás, hasta que lleguen refuerzos, aunque este tiempo van a dedicarse a seguir poniendo protecciones mágicas alrededor de la zona, para dejar a mi madre, a Beatriz, al doctor Contreras y al resto bien seguros... o todo lo seguros que puede estarse, en los días que corren. Luego, Radar y Sol se dirigirán también al sur, si es que llegan a tiempo de algo, con el coche de Enrique.
Jon irá con ellos. Yo no quería, hubiese preferido que se quedase con su hermana, protegiéndola hasta mi regreso, pero quién soy yo para decir nada. Nadie me hace caso.
Hemos salido bastante tarde, confiando estar en Madrid en un momento, llegar antes de que oscureciera, pero nos hemos encontrado las carreteras totalmente colapsadas, más todavía en las más grandes. Hubo un momento, en un tramo de la autopista a Vitoria, que he tenido que parar. Aunque siempre había tenido que ir esquivando vehículos abandonados, allí se había producido un accidente, o un ataque o algo, y el lugar estaba totalmente lleno de coches, de un lado a otro, incluso desbordando los lados, estrellados unos contra otros. No debía haber pasado mucho tiempo desde la colisión múltiple, porque también había estallado un camión cisterna y todavía seguía vivo el incendio.
Por todos lados había telas, cartones, bolsas de plástico... y cadáveres.
- No vamos a poder pasar con el coche - ha dicho Enrique - Tendremos que regresar y tomar alguna secundaria. O quizá podamos robar un vehículo al otro lado de este desastre, si lo cruzamos andando.
- No tenemos tiempo - Rolando ha abierto la puerta y ha salido. Se ha dirigido al frente, colocándose justo en el centro de la larga recta. ¿Qué va a hacer?, me he preguntado y seguro que también Enrique lo ha hecho, pero ninguno de los dos hemos abierto la boca.
Rolando ha extendido los brazos en cruz, ligeramente adelantados, y se ha concentrado...
- Joder... - he oído susurrar a Enrique. Sí, era como para flipar. Ambos hemos sentido la intensa concentración de energía, la fuerza inmensa que estaba acumulándose bajo la voluntad de Rolando. El aire parecía volverse denso, convertirse en gelatina que fluía y se quebraba continuamente. Era luz, era fuerza, centrando energía una y otra vez, una y otra vez... Cuando la tensión era tal que ya casi ni veíamos lo que había más allá, todo confuso tras el velo lechoso de aquella sustancia, Rolando hizo un ligero gesto hacia el frente.
La intensa bola de energía salió disparada de entre sus manos y barrió violentamente la recta, apartando los vehículos como si fueran de juguete. Los coches volaron, literalmente volaron, girando enloquecidos, dando bandazos, dirigiéndose a los lados; el camión, aquella mole inmensa, se arrastró casi cien metros con un crujido espantoso de hierros calcinados, mientras las llamas aumentaban salvajemente sólo para terminar apagándose del todo justo a continuación.
Rolando regresó al coche. Ahora sé muchas más cosas del Nuiz. Entre lo que he vivido y lo que me han explicado Radar o Sol, o el propio Rolando, me consta lo que cuesta utilizarlo, y más a ciertos niveles. Lo que había visto en Rolando implicaba un poder que yo ni me planteaba poder alcanzar.
- Despejado - dijo. Ni siquiera sudaba. No me extraña que nuestros enemigos le tengan tanto miedo.
- Buen trabajo - repliqué, y volví a arrancar el motor. Atravesamos la carretera como señores, franqueados por muros de vehículos aplastados unos sobre otros.
De todos modos, hemos avanzado lento porque no tardamos en volver a encontrar obstáculos. En algunos tramos, la cosa era jugar a esquivar, en otros ha habido que optar por carreteras secundarias. Hubo que buscar gasolina, que resultó más complicado de lo que pensábamos (la mayor parte de los vehículos abandonados ya habían sido vaciados, supusimos que por gentes de los pueblos de los alrededores), y también tuvimos un pinchazo, qué infierno. Si es que está todo lleno de mierda...
Rolando dijo que podía resolver alguno de los problemas, con Nuiz o con otros métodos mágicos, pero que disponemos de un buen margen de tiempo No merecía la pena desgastarse inútilmente. Era mejor centrarse en lo que no tuviera ninguna otra solución. Pues cierto, pero eso ha supuesto tiempo. Mucho tiempo.
Horas y horas, perdidos en la larga cinta gris...
Ha tenido sus momentos. Aprovechando que Enrique se había quedado dormido, le he contado a Rolando lo de la muerte de Santi, el novio de Blanca, fijándome en qué cara ponía, porque a Blanca le gusta un rato largo, o eso creo, desde que la rescató cual caballero andante, espada de luz en ristre. Y también le he hablado del accidentado viaje de Pilar. Ahí se ha reído, con ganas.
- Pilar es un auténtico icono - dijo, divertido - La suelo leer, cuando... - se ha interrumpido, bruscamente. Mi blog es un secreto entre él y yo, Enrique no sabe que esto existe y no quiero que lo sepa, qué vergüenza, con las cosas que he dicho de él... Por suerte, creo que a Rolando le gusta que siga siendo algo nuestro y, aunque Enrique parecía realmente dormido, no se ha arriesgado. Ha meneado la cabeza - cuando leo blogs.
Anda que no liga Pilar, entre lo del Choni y ahora este... A ver si me voy a tener que preocupar más por ella que por Blanca... Je.
Ahora, me siento terriblemente cansada y eso que nos turnamos para conducir. Yo llevé el coche el primer tramo, yendo hasta Vitoria y allí, por la A-I, enfilé hacia Madrid, pasando por Miranda y Burgos. De hecho, poco después de pasar por Burgos, es cuando se ha puesto al volante Rolando.
No queráis saber qué ha quedado de la bellísima catedral de Burgos (juas su nombre oficial era "Santa Iglesia Basílica Catedral Metropolitana de Santa María de Burgos", leo por ahí, anda que no lo hacen difícil algunos ni nada...), por cierto. Si los humanos la tratamos mal, imaginaos cómo se han comportado esas criaturas del puto Averno.
He buscado una foto de la Wikimedia, y he encontrado esta, de un cuadro de Ramón Díaz. Me ha gustado y me ha puesto triste. Que quede por siempre hermosa en nuestro recuerdo...
Estamos llegando a Madrid. Pensábamos pasarlo antes de parar, pero Rolando acaba de decir que le duele la cabeza, así que he sugerido que nos detengamos ya y nos busquemos una buena cena. Enrique está dispuesto a conducir, pero es peligroso. Tal como nos vamos encontrando la carretera, intentar seguir de noche es una locura. Así que, si me hacen caso, posiblemente paremos en algún lado y mañana empiece el turno él.
Tengo unas ganas inmensas de llegar. Cuanto antes esté allí, antes acabará todo esto y antes me reuniré con mis hijos.
Voy a buscar una aspirina para Rolando.
Pronto nos encontraremos Rebeca, no andamos lejos de vosotros, solo que hemos tomado otra ruta para bajar al sur. En estos días estoy de luto, niña y no me preocupa ningún hombre, pero Rolando me sigue pareciendo uno interesante. Y me gusta la competencia jjj. Ya has visto, por Pilar, que no hay ocasión mala para ligar y además un motorista con una Harley con lo sexi que resulta. Y que suelen ser macizos los chicos.
ResponderEliminarCuidaros mucho. Y cuida a Rolando que se esfuerza demasiado.
Creo que no nos veremos, Blanca. He encontrado la felicidad, en un auténtico paraíso, junto al hombre que amo. Tendremos hijos y cultivaremos las tierras del pueblo, en comunidad.
ResponderEliminarQue la Madre te bendiga, que Su amor te proteja.
pd Perdona, pero no te entiendo... ¿Quién es Rolando?