lunes, 4 de julio de 2011

Lunes Nostálgicos de Cacería

La Tempête, de Pierre Auguste Cot, me recuerda un día en que estábamos en el Parque de Doña Casilda y cayó de pronto una tromba de agua. Rolando y yo corrimos, tapándonos con su chamarra. Qué tiempos. Qué jóvenes éramos...

Me ha venido a la memoria cuando una racha repentina casi se me lleva y Rolando me ha agarrado. Hemos corrido hacia casa, tapados con su chaqueta, porque empezaba a llover en serio.

Continúa la tormenta de ceniza sobre el Cementerio. C Rolando dice que quizá mañana pare, o pasado, pero que habrá más signos, que tenemos que localizar y matar al Edterran antes de que abra el puñetero Portal. Hemos estado rastreándolo todo el día, Enrique, Rolando y yo, en el coche de Rolando, que es un todoterreno Hummer H3 negro, grande, potente y pesado. No tuvimos mucha suerte y llegamos a pensar que nos volveríamos con las manos vacías, cuando por fin nos lo hemos topado al anochecer.

Ha sido... extraño. Al principio, aunque Rolando decía que estaba cerca, yo no conseguía verlo ni con los prismáticos. De hecho, al que vi fue a un hombre que caminaba por el campo, tambaleante, sin rumbo fijo. Llevaba la ropa desgarrada y me pareció ya de lejos que tenía el rostro manchado de sangre, con un ojo morado. Alerté a Enrique, que iba conduciendo en ese momento, y enfiló el coche hacia él.

No sé si el individuo llegó a vernos. Tenía los ojos como muertos, mirando al frente con expresión vacía. Pero, metros antes de que le alcanzáramos, oí gritar a Rolando. Señaló un punto en el suelo, y alzó su ballesta, que ya sé que va cargada con algo más que un virote de madera. Es un artilugio muy curioso, con una flecha con cuerpo cilíndrico transparente, en el que se vislumbra un líquido. Me ha dicho que es muy dañino para esos seres. Yo me reí, preguntando si era agua bendita y él me dijo que casi. "Agua mágica, en definitiva".

El Edterran se dirigía rápidamente hacia el hombre. Nuestra velocidad era mayor, pero él estaba más cerca. Aún teníamos un trecho cuando le alcanzó, arrastrándole hacia abajo como si se hubiese abierto un abismo a sus pies. El hombre gritó, un alarido espeluznante. Rolando disparó su ballesta, pero justo entonces el Hummer pasó por encima de algunas piedras, y nos tambaleamos. El virote se estrelló junto al Edterran, no le impactó de lleno. Aún así, se oyó un fuerte siseo, y la criatura gritó... o quizá fue el hombre, a la vez dentro y fuera, sumergido de forma inaudita en el suelo, sacudido como un muñeco sin gracia.

- ¡Perdón! - gritó Enrique, aunque Rolando no le había dicho nada. Bien sabemos todos a estas alturas que son cosas que pasan. Dirigió el Hummer tras el Edterran, pero el maldito bicho iba hacia el cementerio y el viento era cada vez más fuerte. En ese traqueteo, Rolando no arriesgó un segundo disparo y no pudimos seguirlo.

Al cabo de cosa de un kilómetro, Enrique tuvo que girar y apartarse, porque el Hummer se tambaleaba demasiado. Hubiésemos acabado volcando.

Volvimos hacia casa. Justo al dejar el coche, empezaba a llover, y vino una fuerte racha. Es el momento que me recordó aquel instante del pasado, y que he querido reflejar con este cuadro.

Pero, lo que más me desconcierta de todo esto, es que el hombre que se ha llevado el Edterran, era el individuo gordo que me atacó en Bilbao, el que se llevó Volodia Popov...

2 comentarios:

  1. Que mal pinta lo del gordo ese, ahí hay conchabeo, para mí que todo es un montaje de los rojos, que quieren volver a ser potencia mundial. Como si lo estuviera viendo, oye...

    Una mazorca de maíz.

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  2. Anda, no te contesté, Alan, disculpas... Sí, si has seguido leyendo habrás visto cómo va la situación. Mala pinta, muy mala pinta. Cuídate.

    Un gramófono girando.

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