Nachtmahr (Pesadilla), de Nicolai Abraham Abildgaard, pintado en 1800. La criatura te mira. Yo te miro...
Me pregunto si me has echado de menos, estos dos días. No he tenido fuerzas ni ánimo para ponerme al teclado. Todo lo veo bastante negro ahora mismo.
Pienso en Rosa María, en Jon, y me pregunto si alguna vez conseguiré superar esta situación. Pienso en esta guerra, en el horror surgido del abismo que se ha abierto a nuestros pies, y me pregunto si tendremos una oportunidad... Hay una batalla en el sur, esperándonos, dice Rolando, dice Hidalgocinis, dicen todos... Pero yo no sé si seré capaz de arrastrarme siquiera hasta el coche.
Siento que, en mis sueños, el demonio, el Edterran, intenta liberarse. Me aplasta. Me consume...
Quiero librarme de él, pero los demás piensan que puede volver a ser útil. Ayer tuvimos una disputa bastante grande, por su causa. Es verdad, yo lo entiendo, no debería agobiarme tanto. Lo que tengo es el poder, el Nuiz, de un demonio, no estoy poseída, no vive en mi interior con su propia mente. Pero... me da lo mismo toda la lógica. En serio, me da igual decir que el poder de un demonio es muy difícil de controlar o decir que actúa por sí mismo, que me corroe por dentro con pensamientos negros y densos. Qué importa. Duele, y pesa, y duele y pesa más todavía a cada segundo que pasa. No desaparece, no se va por sí mismo...
Al final, Rolando dijo que lo decidiera yo. Y, claro, eso es lo peor que pudo haber dicho. Ahora, haga lo que haga, la culpa de sus consecuencias será mía.
Pesa, pesa, pesa, pesa...
Sueño con mundos de fuego, con umbrales en los que puedo distinguir rostros aullando eternamente. Sueño con arroyos de sangre, con espadas, con sombras y silbidos, con un hambre tenebrosa que jamás puede ser saciada...
Duele, duele...
He cerrado la puerta de mi habitación. No quiero que entren, ninguno de ellos. Rolando ha llamado, Enrique ha llamado, Sol y Radar. Incluso mi madre y Beatriz.
Jon, no. Él tampoco quiere verme.
Rolando me ha avisado que si no abro, derribará la puerta. Bueno, quizá lo intente; pero no creo que pueda conseguirlo.
Aquí estamos. Te miramos, fijamente.
El demonio y yo...
Me pregunto si me has echado de menos, estos dos días. No he tenido fuerzas ni ánimo para ponerme al teclado. Todo lo veo bastante negro ahora mismo.
Pienso en Rosa María, en Jon, y me pregunto si alguna vez conseguiré superar esta situación. Pienso en esta guerra, en el horror surgido del abismo que se ha abierto a nuestros pies, y me pregunto si tendremos una oportunidad... Hay una batalla en el sur, esperándonos, dice Rolando, dice Hidalgocinis, dicen todos... Pero yo no sé si seré capaz de arrastrarme siquiera hasta el coche.
Siento que, en mis sueños, el demonio, el Edterran, intenta liberarse. Me aplasta. Me consume...
Quiero librarme de él, pero los demás piensan que puede volver a ser útil. Ayer tuvimos una disputa bastante grande, por su causa. Es verdad, yo lo entiendo, no debería agobiarme tanto. Lo que tengo es el poder, el Nuiz, de un demonio, no estoy poseída, no vive en mi interior con su propia mente. Pero... me da lo mismo toda la lógica. En serio, me da igual decir que el poder de un demonio es muy difícil de controlar o decir que actúa por sí mismo, que me corroe por dentro con pensamientos negros y densos. Qué importa. Duele, y pesa, y duele y pesa más todavía a cada segundo que pasa. No desaparece, no se va por sí mismo...
Al final, Rolando dijo que lo decidiera yo. Y, claro, eso es lo peor que pudo haber dicho. Ahora, haga lo que haga, la culpa de sus consecuencias será mía.
Pesa, pesa, pesa, pesa...
Sueño con mundos de fuego, con umbrales en los que puedo distinguir rostros aullando eternamente. Sueño con arroyos de sangre, con espadas, con sombras y silbidos, con un hambre tenebrosa que jamás puede ser saciada...
Duele, duele...
He cerrado la puerta de mi habitación. No quiero que entren, ninguno de ellos. Rolando ha llamado, Enrique ha llamado, Sol y Radar. Incluso mi madre y Beatriz.
Jon, no. Él tampoco quiere verme.
Rolando me ha avisado que si no abro, derribará la puerta. Bueno, quizá lo intente; pero no creo que pueda conseguirlo.
Aquí estamos. Te miramos, fijamente.
El demonio y yo...
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