Domenico Tintoretto pintó esta bellísima Magdalena Penitente allá por el año 1598. Y, ahora, tanto tiempo después, viene de perlas para ilustrar mi penitencia. Imagina que soy yo.
No ha sido tan terrible el asunto, no vayas a creer. En realidad, Rolando llegó al día siguiente y no me dijo nada. No fue necesario. Quizá, por haber estado tanto tiempo separados, nos entendemos mejor en nuestros silencios que cuando nos hablamos. O quizá es por la vida que ha tenido que seguir, o por su Nuiz, que tal vez lo transmite todo a voluntad.
Pfff... no sé cómo no caí fulminada en el sitio.
Como nunca he podido soportar que esté enfadado conmigo, empecé a seguirle por toda la habitación, y luego hasta el baño y mientras se duchaba le expliqué con la mejor lógica cómo yo, que soy de esas pocas personas privilegiadas, por el solo hecho de conocer la situación en la que se encuentra el mundo, lo que ocurre, lo que debemos esperar en el futuro, no puedo quedarme en casa, con los brazos cruzados.
- Tienes dos hijos que cuidar - me ha replicado, devolviéndome la lógica como si fuera una pelota de tenis. Me ha dado en plena cara. Diantre, sé que tiene razón. Pero Jon es ya... bueno, autónomo. Y Beatriz está a salvo con él.
- No creo que me necesiten - empecé a excusarme - Lo cierto es que...
- Déjalo, Reb. A mí no me tienes que dar explicaciones. Está claro que una Nagishi es mejor madre que tú - eso me dolió, leñe. Primero, porque era un comentario muy duro que no me esperaba. Y segundo, porque no sé qué mierda es una Nagishi, y me recordó que siempre tiene secretos, que no comparte nada conmigo, a pesar de haber vuelto a mi lado. Ha debido verme herida, y mucho, porque ha suspirado - Mira, ya sé lo que has hecho, lo que hicisteis tú y tu amigo el abogado. Una tontería bien grande, porque no tenéis ni idea de a qué os estáis enfrentando. Si vas a empeñarte en seguir con esto, dile a ese idiota que venga a entrenar con vosotros. Que se venga aquí, a vivir, si le apetece. Que aprenda a usar un arma, a defenderse, y a defenderos. Pero no os metáis por los jodidos sótanos del mundo a perseguir crías de Monoi porque, un día, os vais a topar con un adulto. Y eso, Rebeca, eso, si que no hay Dios que lo mate sin magia, te lo advierto. Se hubiera comido la puta pistola, tu brazo y el resto de lo que eres, de un solo bocado, sin pararse siquiera a comprobar si tienes algún sabor.
Tardé unos segundos en recuperarme de semejante discurso. Y, entonces, sólo se me ocurrió una pregunta estúpida.
- ¿Quieres que venga Enrique? ¿No estás celoso?
- ¿Celoso? - Rolando abrió los ojos como platos. Creo que si le hubiese pegado tres tiros a bocajarro no se hubiese sorprendido más - ¡Rebeca, no me escuchas! ¡No tengo tiempo para... esto! ¡No puedo andar preocupándome como un crío por si echas un polvo con ese hombre o si lo nuestro va en serio o si tenemos un futuro en alguna parte! Espabila de una vez, porque la película va de otro tema. Estamos juntos, pero esto es todo lo que hay, no puedo darte más, tú decides si te resulta suficiente - apretó los labios. Nos miramos unos segundos y me dio miedo que su siguiente frase fuese que iba dejarme, que en realidad había sido una locura reencontrarnos. Creo que casi se me paró el corazón - No, no estoy celoso, ojalá tuviese tiempo para estarlo. Y, por si te lo preguntas, no estoy enfadado por tu excursión con tu amigo tras la criatura de ese huevo. Pero, te lo advierto - me señaló con un dedo -: nunca, jamás, vuelvas a dejar mis llamadas al móvil sin respuesta, o tú y yo vamos a tener más que palabras. Eso, sí que fue una insensatez. Podía haber sido algo vital, darte una alarma o necesitar urgentemente algo de ti. No vuelvas a hacerlo.
Asentí, qué iba a hacer. Con su Nuiz, me dio miedo inventarme que me había quedado sin batería, no era cuestión de que encima me pillase mintiendo. Además, soy una adulta, supongo...
Una adulta penitente. No he salido de casa desde entonces, soy buena ama de casa y madre... en fin, todo lo buena que he podido ser jamás, menos mal que Rosa María sabe un rato largo de limpieza.
Qué cruz. Quizá llame a Enrique para decirle que se venga.
No ha sido tan terrible el asunto, no vayas a creer. En realidad, Rolando llegó al día siguiente y no me dijo nada. No fue necesario. Quizá, por haber estado tanto tiempo separados, nos entendemos mejor en nuestros silencios que cuando nos hablamos. O quizá es por la vida que ha tenido que seguir, o por su Nuiz, que tal vez lo transmite todo a voluntad.
Pfff... no sé cómo no caí fulminada en el sitio.
Como nunca he podido soportar que esté enfadado conmigo, empecé a seguirle por toda la habitación, y luego hasta el baño y mientras se duchaba le expliqué con la mejor lógica cómo yo, que soy de esas pocas personas privilegiadas, por el solo hecho de conocer la situación en la que se encuentra el mundo, lo que ocurre, lo que debemos esperar en el futuro, no puedo quedarme en casa, con los brazos cruzados.
- Tienes dos hijos que cuidar - me ha replicado, devolviéndome la lógica como si fuera una pelota de tenis. Me ha dado en plena cara. Diantre, sé que tiene razón. Pero Jon es ya... bueno, autónomo. Y Beatriz está a salvo con él.
- No creo que me necesiten - empecé a excusarme - Lo cierto es que...
- Déjalo, Reb. A mí no me tienes que dar explicaciones. Está claro que una Nagishi es mejor madre que tú - eso me dolió, leñe. Primero, porque era un comentario muy duro que no me esperaba. Y segundo, porque no sé qué mierda es una Nagishi, y me recordó que siempre tiene secretos, que no comparte nada conmigo, a pesar de haber vuelto a mi lado. Ha debido verme herida, y mucho, porque ha suspirado - Mira, ya sé lo que has hecho, lo que hicisteis tú y tu amigo el abogado. Una tontería bien grande, porque no tenéis ni idea de a qué os estáis enfrentando. Si vas a empeñarte en seguir con esto, dile a ese idiota que venga a entrenar con vosotros. Que se venga aquí, a vivir, si le apetece. Que aprenda a usar un arma, a defenderse, y a defenderos. Pero no os metáis por los jodidos sótanos del mundo a perseguir crías de Monoi porque, un día, os vais a topar con un adulto. Y eso, Rebeca, eso, si que no hay Dios que lo mate sin magia, te lo advierto. Se hubiera comido la puta pistola, tu brazo y el resto de lo que eres, de un solo bocado, sin pararse siquiera a comprobar si tienes algún sabor.
Tardé unos segundos en recuperarme de semejante discurso. Y, entonces, sólo se me ocurrió una pregunta estúpida.
- ¿Quieres que venga Enrique? ¿No estás celoso?
- ¿Celoso? - Rolando abrió los ojos como platos. Creo que si le hubiese pegado tres tiros a bocajarro no se hubiese sorprendido más - ¡Rebeca, no me escuchas! ¡No tengo tiempo para... esto! ¡No puedo andar preocupándome como un crío por si echas un polvo con ese hombre o si lo nuestro va en serio o si tenemos un futuro en alguna parte! Espabila de una vez, porque la película va de otro tema. Estamos juntos, pero esto es todo lo que hay, no puedo darte más, tú decides si te resulta suficiente - apretó los labios. Nos miramos unos segundos y me dio miedo que su siguiente frase fuese que iba dejarme, que en realidad había sido una locura reencontrarnos. Creo que casi se me paró el corazón - No, no estoy celoso, ojalá tuviese tiempo para estarlo. Y, por si te lo preguntas, no estoy enfadado por tu excursión con tu amigo tras la criatura de ese huevo. Pero, te lo advierto - me señaló con un dedo -: nunca, jamás, vuelvas a dejar mis llamadas al móvil sin respuesta, o tú y yo vamos a tener más que palabras. Eso, sí que fue una insensatez. Podía haber sido algo vital, darte una alarma o necesitar urgentemente algo de ti. No vuelvas a hacerlo.
Asentí, qué iba a hacer. Con su Nuiz, me dio miedo inventarme que me había quedado sin batería, no era cuestión de que encima me pillase mintiendo. Además, soy una adulta, supongo...
Una adulta penitente. No he salido de casa desde entonces, soy buena ama de casa y madre... en fin, todo lo buena que he podido ser jamás, menos mal que Rosa María sabe un rato largo de limpieza.
Qué cruz. Quizá llame a Enrique para decirle que se venga.
Jajaja Rebeca, con monstruos o sin ellos estos hombres siempre acaban mandándonos a la cocina ... luego nosotras hacemos lo que queremos. Por si acaso cuídate mucho, nosotros también andamos detrás de nuestro Monoi particular, pues mucho me temo que eso es el bicho que anda por aquí.
ResponderEliminarPues... ya has visto lo que me ha dicho sobre esos bichos, mucho cuidado con ellos, que crecen. Cuídate, cielo. Abrazos.
ResponderEliminarMe ha encantado
ResponderEliminarse nota que has trabajado
en un Blog inteligente
y variado, un lujo leerte
Un abrazo
te invito al mío
jorgemaseda.blogspot.com
Muchas gracias, Jorge, muy amable, siempre es un placer leer comentarios así. Me pasaré por tu blog, encantada. Abrazos.
ResponderEliminarSeñor Maseda, si está usted enterado de lo que sucede quizá debiera avenirse a mostrar también lo que sabe.
ResponderEliminarEs un milagro que siga pudiendo comunicarse si no ha recibido un modem especial. ¿Lo ha hecho ya?
Un saludo.