El Greco pintó este San Francisco rezando ante la cruz entre 1585 y 1590. No sé si se basó en alguien en concreto para los rasgos y el aspecto, supongo que sí. Resulta asombroso cómo los rostros pueden llegar a repetirse a lo largo de la Historia, las expresiones, el aire...
Aquel lejano modelo no imaginaba cuánto iba a parecerse a un hombre del futuro.
El otro día llamé a Javier. Bueno, la verdad es que le he llamado varias veces, pero no me contestaba. Finalmente, le dejé un mensaje en el buzón, con pocas esperanzas de que se pusiera en contacto conmigo. Casi llegué a pensar que estaba muerto, que le habrían matado en cualquier trifulca, o quizá se había encontrado con un demonio.
El mundo está terrible. Lo sé porque me he recorrido España hacia el sur y luego he vuelto hacia el norte, y he visto las ciudades ardiendo, los grupos de gentes armadas y hemos oído de vez en cuando alguna pequeña emisora de radio que intentaba conseguir ayuda. A la altura de Segovia tuvimos que huir de un grupo motorizado que nos disparaba de todo, incluso una mierda que parecían cohetes de algún tipo (Sol dijo el nombre pero, la verdad, no lo recuerdo), intentando detener el Hummer. Conducía Enrique, diantre, nunca le he visto arriesgarse tanto, a toda velocidad.
Bueno, fue gracias a él que conseguimos salir de esa. Y gracias a Sol, claro, que no tenía cohetes pero con su poder pudo hacer estallar los vehículos. Recuerdo un coche en llamas, con un tipo atrapado dentro, chillando, abrasándose lentamente hasta que saltó por los aires. Un espectáculo aterrador.
Ahora estamos de vuelta en Villa A. Mi madre, Beatriz, el doctor Contreras, estaban bien, aunque algo asustados. Hay dos hombres, Radar les conoce, asignados a la protección de la casa. Me han hecho pensar en Vito y Diego. Creo que les llamaré aquí igual. Hagamos como que son los mismos, como que no ha habido tanta muerte.
Sería maravilloso poder imaginar también que Javier es Rolando. Cuando llegamos, eso pensé, porque le vi en la azotea y, de lejos, se parece tanto... Va vestido de una forma extraña: algo parecido a lo del gráfico de San Francisco, con una túnica amplia, un gran capote, sombrero a lo Salomon Kane, botas, y una espada al cinto. No sé, he tenido la impresión de que era un hombre nuevo, distinto, o que nunca le había visto realmente hasta ahora. De lejos, me sonrió, cuando ya estuvimos frente a frente me besó en al mejilla, con amabilidad, y me dio el pésame. Me sentí absurda, devolviéndoselo. Ambos quisimos a Rolando. Quizá por eso me siento más cerca de él que nunca.
Su encuentro con Jon también fue muy emotivo. Sobra describir el modo en que le miró Enrique, aunque Javier se echó a reír.
Todavía no hemos podido hablar, más que cuando me dijo que había oído mi llamada y había acudido para ver cómo estábamos y pasar un tiempo con nosotros. No sé en qué anda, pero parece ir por su cuenta, aunque colabora con Sol y Radar, seguro. Hoy hemos estado ocupados organizando bien las existencias de la casa y haciendo un recorrido, para vigilar. El Cementerio C parece que ha sufrido un cataclismo. No nos podemos acercar, es como... no sé, algo parece fluctuar en el aire, según te acercas. Radar ha dicho que todavía hay un fuerte campo mágico, que nos mantengamos apartados en lo posible.
Hacía un sol de justicia, y ahora empieza una tormenta.
Mañana será otro día.
Aquel lejano modelo no imaginaba cuánto iba a parecerse a un hombre del futuro.
El otro día llamé a Javier. Bueno, la verdad es que le he llamado varias veces, pero no me contestaba. Finalmente, le dejé un mensaje en el buzón, con pocas esperanzas de que se pusiera en contacto conmigo. Casi llegué a pensar que estaba muerto, que le habrían matado en cualquier trifulca, o quizá se había encontrado con un demonio.
El mundo está terrible. Lo sé porque me he recorrido España hacia el sur y luego he vuelto hacia el norte, y he visto las ciudades ardiendo, los grupos de gentes armadas y hemos oído de vez en cuando alguna pequeña emisora de radio que intentaba conseguir ayuda. A la altura de Segovia tuvimos que huir de un grupo motorizado que nos disparaba de todo, incluso una mierda que parecían cohetes de algún tipo (Sol dijo el nombre pero, la verdad, no lo recuerdo), intentando detener el Hummer. Conducía Enrique, diantre, nunca le he visto arriesgarse tanto, a toda velocidad.
Bueno, fue gracias a él que conseguimos salir de esa. Y gracias a Sol, claro, que no tenía cohetes pero con su poder pudo hacer estallar los vehículos. Recuerdo un coche en llamas, con un tipo atrapado dentro, chillando, abrasándose lentamente hasta que saltó por los aires. Un espectáculo aterrador.
Ahora estamos de vuelta en Villa A. Mi madre, Beatriz, el doctor Contreras, estaban bien, aunque algo asustados. Hay dos hombres, Radar les conoce, asignados a la protección de la casa. Me han hecho pensar en Vito y Diego. Creo que les llamaré aquí igual. Hagamos como que son los mismos, como que no ha habido tanta muerte.
Sería maravilloso poder imaginar también que Javier es Rolando. Cuando llegamos, eso pensé, porque le vi en la azotea y, de lejos, se parece tanto... Va vestido de una forma extraña: algo parecido a lo del gráfico de San Francisco, con una túnica amplia, un gran capote, sombrero a lo Salomon Kane, botas, y una espada al cinto. No sé, he tenido la impresión de que era un hombre nuevo, distinto, o que nunca le había visto realmente hasta ahora. De lejos, me sonrió, cuando ya estuvimos frente a frente me besó en al mejilla, con amabilidad, y me dio el pésame. Me sentí absurda, devolviéndoselo. Ambos quisimos a Rolando. Quizá por eso me siento más cerca de él que nunca.
Su encuentro con Jon también fue muy emotivo. Sobra describir el modo en que le miró Enrique, aunque Javier se echó a reír.
Todavía no hemos podido hablar, más que cuando me dijo que había oído mi llamada y había acudido para ver cómo estábamos y pasar un tiempo con nosotros. No sé en qué anda, pero parece ir por su cuenta, aunque colabora con Sol y Radar, seguro. Hoy hemos estado ocupados organizando bien las existencias de la casa y haciendo un recorrido, para vigilar. El Cementerio C parece que ha sufrido un cataclismo. No nos podemos acercar, es como... no sé, algo parece fluctuar en el aire, según te acercas. Radar ha dicho que todavía hay un fuerte campo mágico, que nos mantengamos apartados en lo posible.
Hacía un sol de justicia, y ahora empieza una tormenta.
Mañana será otro día.
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