Campfire Site, Yosemite, de Albert Bierstadt, pintado sobre 1873. Así vemos la luz reflejada en los árboles y las rocas, por las noches, al acercarnos al campamento de Marea, la líder del grupo que nos ha seguido en secreto, para ayudarnos a tenderle una trampa a Popov...
Pero, de momento, son días tranquilos, como dice el título. de la entrada, por eso tampoco es que haya tenido gran cosa que contar. He de reconocer que, los que estamos en la casa, somos un grupo bien avenido y organizado. Nos repartimos las tareas caseras, trabajamos en el huerto, nos entrenamos, organizamos turnos de vigilancia en la casa y por los alrededores...
Hemos retomado el cursillo de primeros auxilios del doctor Contreras, mi madre intenta cocinar para todos sin envenenarnos, Javier ha empezado a practicar esgrima con Enrique, Jon y Beatriz, y Radar y Sol están empeñados en enseñarme a controlar mi Nuiz, o mis Nuiz, que el de Rolando sigue estable (es el que controlo mejor, de hecho). Si ellos, que son los expertos, no entienden qué ha podido pasar, yo qué puedo decir...
Hoy me han tenido haciendo pruebas durante seis largas horas, concentrándonos, quitándole a uno el Nuiz para, a continuación, intentar devolverlo, probando a intercambiar con el otro... He tenido la mayor hemorragia nasal de mi vida, no sé si me queda sangre dentro, aunque supongo que no debo quejarme porque ellos se arriesgaban tanto o más que yo. Desde lo que ocurrió con el Nuiz de Hidalgocinis, que no lo devolví realmente si no que se ha personificado en algún lado o así, cabe la posibilidad de que mi habilidad sea un arma que retire esas capacidades para siempre. O las altere. No me hace ninguna gracia, cada vez estoy más harta de todo esto. Prefería cuando no tenía ni idea de que tenía esta cosa... Pero, bueno, supongo que no tiene mayor sentido quejarse.
Espero que todo se trate de que, sencillamente, el poder de Hidalgocinis era muy peculiar, con fuerza propia. Allá se convierta en Oráculo...
Al menos, creo que estoy avanzando. Hoy he conseguido devolver tres veces el Nuiz a su propietario (Sol), aunque una vez casi se me revienta el cerebro y, la segunda, casi se lo reviento a ella. Pero a la tercera, la cosa ha ido perfecta. Radar estaba muy contento. Me alegro.
En cuanto al tema de Popov, seguimos esperando. Radar todavía no les capta, pero piensa que no debe andar lejos. El grupo secreto que nos respalda ha acampado en el bosque y les llevamos algo de comida caliente de noche. Son dos mujeres y un hombre; una de ellas tiene Nuiz y la llaman Marea, como dejé caer al principio. Los otros dos son agentes entrenados, de esos vestidos de negro y armados hasta los dientes. No sé yo si sentirme más tranquila con ellos. Mantenemos un contacto continuo y saben que si encendemos una luz en la azotea, es que hay peligro.
Creo que Sol anda tras Javier. Es la nota-cotilleo del día. Lo digo porque me ha sondeado para ver si me importa que se tire a mi marido (lo ha dicho más finamente) y luego, cuando ha visto que tenía mis bendiciones, ha ido a corretear a su alrededor, haciendo como que no sabe usar una espada, ella, que la maneja como si fuese un tercer brazo...
Y, el caso, es que me he sentido celosa. Supongo que soy como el perro del hortelano.
Pero, de momento, son días tranquilos, como dice el título. de la entrada, por eso tampoco es que haya tenido gran cosa que contar. He de reconocer que, los que estamos en la casa, somos un grupo bien avenido y organizado. Nos repartimos las tareas caseras, trabajamos en el huerto, nos entrenamos, organizamos turnos de vigilancia en la casa y por los alrededores...
Hemos retomado el cursillo de primeros auxilios del doctor Contreras, mi madre intenta cocinar para todos sin envenenarnos, Javier ha empezado a practicar esgrima con Enrique, Jon y Beatriz, y Radar y Sol están empeñados en enseñarme a controlar mi Nuiz, o mis Nuiz, que el de Rolando sigue estable (es el que controlo mejor, de hecho). Si ellos, que son los expertos, no entienden qué ha podido pasar, yo qué puedo decir...
Hoy me han tenido haciendo pruebas durante seis largas horas, concentrándonos, quitándole a uno el Nuiz para, a continuación, intentar devolverlo, probando a intercambiar con el otro... He tenido la mayor hemorragia nasal de mi vida, no sé si me queda sangre dentro, aunque supongo que no debo quejarme porque ellos se arriesgaban tanto o más que yo. Desde lo que ocurrió con el Nuiz de Hidalgocinis, que no lo devolví realmente si no que se ha personificado en algún lado o así, cabe la posibilidad de que mi habilidad sea un arma que retire esas capacidades para siempre. O las altere. No me hace ninguna gracia, cada vez estoy más harta de todo esto. Prefería cuando no tenía ni idea de que tenía esta cosa... Pero, bueno, supongo que no tiene mayor sentido quejarse.
Espero que todo se trate de que, sencillamente, el poder de Hidalgocinis era muy peculiar, con fuerza propia. Allá se convierta en Oráculo...
Al menos, creo que estoy avanzando. Hoy he conseguido devolver tres veces el Nuiz a su propietario (Sol), aunque una vez casi se me revienta el cerebro y, la segunda, casi se lo reviento a ella. Pero a la tercera, la cosa ha ido perfecta. Radar estaba muy contento. Me alegro.
En cuanto al tema de Popov, seguimos esperando. Radar todavía no les capta, pero piensa que no debe andar lejos. El grupo secreto que nos respalda ha acampado en el bosque y les llevamos algo de comida caliente de noche. Son dos mujeres y un hombre; una de ellas tiene Nuiz y la llaman Marea, como dejé caer al principio. Los otros dos son agentes entrenados, de esos vestidos de negro y armados hasta los dientes. No sé yo si sentirme más tranquila con ellos. Mantenemos un contacto continuo y saben que si encendemos una luz en la azotea, es que hay peligro.
Creo que Sol anda tras Javier. Es la nota-cotilleo del día. Lo digo porque me ha sondeado para ver si me importa que se tire a mi marido (lo ha dicho más finamente) y luego, cuando ha visto que tenía mis bendiciones, ha ido a corretear a su alrededor, haciendo como que no sabe usar una espada, ella, que la maneja como si fuese un tercer brazo...
Y, el caso, es que me he sentido celosa. Supongo que soy como el perro del hortelano.
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