Dudé. Jamás he sido infiel a Javier, como jamás te lo he sido a ti. Era una decisión muy fuerte. No sé cuántos de los que miráis ahora mismo este blog habéis hecho algo semejante, romper la confianza que te tiene la pareja y coquetear con el desastre. Sed sinceros.
Enrique no me metió prisa. Encendió un cigarrillo.
- Ya nadie fuma - le dije. Diez años me costó dejar de fumar, tiene delito la cosa. Sin contar el tiempo de los embarazos, claro. En esos nueve meses, no me fumé más que un cigarro al día. Qué tormento.
Me pregunto si tú lo habrás hecho, si habrás dejado eso, y los porros. Con lo que te gustaba el hashish, señor estudiante de Medicina...
- Me da igual lo que digan los demás - replicó Enrique - Pero puedo apagarlo, si quieres tú.
Me encogí de hombros. Una vez superé la adicción, siempre me ha dado igual que fumen a mi lado. Peor es lo que sueltan los tubos de escape. Pero ese detalle fue el que me empujó definitivamente a subir al coche y cerrar la puerta. Sonó rotundo, como una decisión irrevocable. Él no arrancó. Fumó tranquilamente, hasta apagar la colilla.
- Eso que me has contado, lo de aquel novio tuyo que desapareció, ¿es cierto? - preguntó de pronto, sorprendiéndome. Asentí - Bueno... han pasado muchos años, pero podría intentar localizarlo, si sigue vivo.
Noté cómo el corazón se me disparaba en el pecho; cómo bombeaba torrentes de sangre por mis venas, bulliciosa y brutal; cómo palpitaba en mis sienes, donde se mezclaban latidos y pensamientos hasta confundirse prácticamente por completo. Me pasa siempre, cuando surge una nueva esperanza. Luego se vuelve a morir, claro. Pero no puedo evitarlo.
Creo que le supliqué que lo intentase. Y le hablé del blog donde he hecho una apuesta, aunque eso sólo le ha causado risa. No cree que el tal Juanónimo consiga nada, aunque me ha agradecido la información, porque escribirá él para hacer alguna apuesta. Dijo que también le divierte el tema.
No sé, en pocos días, dos opciones de buscarte. Las casualidades se multiplican.
- ¿Y qué me darás si lo encuentro? - me preguntó entonces. Creo que me ruboricé. Odio eso.
- Lo que quieras - es algo que pensaba de corazón. Haría lo que fuera, daría lo que fuera, a quien consiguiese encontrarte, a quien te volviese a traer a mi lado. Reconozco que me había planteado qué pediría Juanónimo a cambio, por ahora no ha mencionado nada y no creo que sea tan... directo como Enrique Ugalde. Estaba tan enfadada conmigo misma por sentirme tan vulnerable y cortada que me forcé a meter un órdago: - Me acostaré contigo.
Eso sí que le hizo reír.
- Rebeca, cariño, no puedes plantear así las cosas. En serio. Estás muy bien, eres atractiva, tienes cierto... encanto. ¿Pero me estás diciendo que tengo que mover recursos y contactos, y probablemente gastar un montón de pasta, sólo con la esperanza de que, si tengo éxito, te metas en mi cama? - hizo una ligera pausa, para que todo aquel absurdo se aposentase en mi mente, supongo - No. Eso, lo harás antes. Puedo intentar buscarle, pero a cambio serás mi amante - vale, ya estaba dicho. Estaba empezando a marearme, cuando añadió: - Y quiero un extra, si lo encuentro.
- ¿Qué clase de extra?
- Un retrato tuyo, desnuda. Al óleo - me vio poner tal cara de horror que sonrió - Bueno, vale, seré amable. Te dejaré cubrirte con alguna cosilla. Una hoja de parra, un abanico... No, mejor, una serpiente. Símbolo de tentación. Por lo mucho que me has tentado estos días.
Dios, si antes estaba ruborizada, en ese momento debía estar roja como un tomate.
- No puedes estar hablando en serio.
- Preciosa, cuando me conozcas mejor sabrás que me tomo mis entretenimientos muy en serio. Y te aseguro que trataré de conseguirte esa información, te doy mi palabra, algo que también me tomo muy en serio. ¿Qué dices? ¿Tenemos trato? - apoyó una mano en mi rodilla. Tenía la palma cálida. Me hizo estremecer - ¿Vamos a mi casa?
Y, entonces, el desastre.
Aparté la mirada, reconcomida por un mar de dudas, y mis ojos se cruzaron con los de mi hijo Jon, que venía por la acera. Él me ha visto y me ha mirado, sorprendido; luego ha mirado a Enrique, y se ha percatado perfectamente de su mano en mi rodilla.
La verdad, no sé qué ha pasado en los segundos siguientes. Todo se mezcla en mis recuerdos. Sin más, de pronto estaba fuera, frente a mi hijo, que seguía con su expresión incrédula. Yo he querido decir algo, una chorrada del estilo "no es lo que parece", pero no me salía la voz.
- Hola, mamá - me ha dicho, y jamás se había parecido tanto a ti - Un profesor ha fallecido y se han suspendido el resto de las clases de hoy.
- Vaya... por Dios. Pobre hombre.
- Sí, bueno. Estaba un poco tarado. Dicen que se ha suicidado - no hizo caso de mi cara de mayor espanto. Miró de reojo el coche de Enrique - ¿Quién es ese?
- Nadie. Un amigo. No... - Enrique arrancó en ese momento, tocó el claxon como despedida, y se alejó - No tiene importancia - ha sido horrible. Jon me ha mirado con desprecio, es algo que no quiero volver a vivir. Pase lo que pase. Pensé que nada me importaba más que tú, pero no es cierto. Jon me importa más, mucho más. Es mí hijo, y es tu hijo. Es lo que surgió de lo que vivimos, lo que tuvimos, lo único que queda de todo aquello. Dios, se me llenaron los ojos de lágrimas. Empezó a andar hacia casa - Jon, espera... Deja que te explique.
- No. Me vas a mentir y no tengo ganas de oírte - de pronto, se detuvo y me señaló con un dedo: - Piénsate bien lo que haces porque, si me entero de que andas liada con alguien, te juro que se lo contaré a Javier y le apoyaré para marcharnos los tres, él, Beatriz y yo.
- Pero, ¿qué dices? ¡Yo soy tu madre!
- ¿Y qué? Él es el único padre que he conocido y no se merece eso. Ya tiene que soportar el hecho de que no le quieras, que vivas moviéndote a su alrededor sufriendo y suspirando, como si tuvieras que soportar su existencia. Que parezca que tampoco quieres a Beatriz. Eso, mamá, eso es lo peor. Para ti, no es ni tu hija, es... es como un quiste, o algo parecido, un premio que le diste a Javier para compensarle por ser bueno. O para sentirte menos culpable. ¿Quieres que te diga lo que pienso? Que, si mi padre hubiese seguido a tu lado, hoy no estarías ni la mitad de colgada de él de lo que estás ahora. No es que le quieras, es que te gusta ser la víctima en la puta obra de teatro que te tienes montada, te has acomodado al papel. Pero la vida es algo más que tú, tú y tú, mamá. Y estoy hasta los cojones de todo esto.
Y se ha ido sin esperarme.
Dijo algo así, claro, he puesto según recuerdo, a trazos generales, cogiendo frases por aquí y por allá. Qué fuerte. Y lo peor es que es posible que tenga razón. Excepto en lo de que no te querría tanto, si estuvieras aquí.
Vine, organizamos la comida, estuve un rato por casa, escribí la primera entrada del blog, aunque me sentía... lejana, no quería meterme en harina, no estaba en condiciones, por eso corté en el momento del coche. Además, si nadie iba a leerlo, para qué...
Vi un rato la tele. Javier tenía clases, y también Beatriz. Jon llamó a sus amigos y se marchó sin despedirse. Me quedé sola con Rosa María y no me apetecía nada agonizar en el sofá, así que salí y estuve un rato en el Parque de Amézola, aunque hasta el sol me resultaba extraño. Luego, he seguido dando vueltas y vueltas y vueltas y vueltas... y no sé qué hacer.
Al volver, había un par de peticiones en el blog para que contase lo ocurrido y he visto que tenía en el contestador varias llamadas de mi madre (siempre se me olvida el móvil, qué se le va a hacer). Ya la llamaré mañana. Igual es por lo del suicidio de ese médium, lo he leído en el blog de No-Faustino. Joder, qué tipo, ¿se tiraría de verdad? Igual lo quitó de en medio algún colega. A saber. Tampoco es algo que me importe en absoluto ahora mismo. Tengo demasiadas cosas mías en qué pensar.
Jon ha estado normal en la cena. Hasta me ha dado un beso en la cocina. Se sentía culpable por la explosión, claro. No he podido evitar echarme a llorar, aunque nadie más se ha enterado. No hemos hablado, pero creo que ambos estamos en un punto distinto. Hemos evolucionado de alguna manera. A saber cómo derivará todo.
Ahora, mientras todos duermen, he encontrado ese retrato. Tiene hasta serpiente. No me veo yo, posando para algo así. Ni siendo la amante de otro hombre que no seas tú.
Pero dice que tiene medios. Que podría encontrarte.
No sé qué hacer.
Enrique no me metió prisa. Encendió un cigarrillo.
- Ya nadie fuma - le dije. Diez años me costó dejar de fumar, tiene delito la cosa. Sin contar el tiempo de los embarazos, claro. En esos nueve meses, no me fumé más que un cigarro al día. Qué tormento.
Me pregunto si tú lo habrás hecho, si habrás dejado eso, y los porros. Con lo que te gustaba el hashish, señor estudiante de Medicina...
- Me da igual lo que digan los demás - replicó Enrique - Pero puedo apagarlo, si quieres tú.
Me encogí de hombros. Una vez superé la adicción, siempre me ha dado igual que fumen a mi lado. Peor es lo que sueltan los tubos de escape. Pero ese detalle fue el que me empujó definitivamente a subir al coche y cerrar la puerta. Sonó rotundo, como una decisión irrevocable. Él no arrancó. Fumó tranquilamente, hasta apagar la colilla.
- Eso que me has contado, lo de aquel novio tuyo que desapareció, ¿es cierto? - preguntó de pronto, sorprendiéndome. Asentí - Bueno... han pasado muchos años, pero podría intentar localizarlo, si sigue vivo.
Noté cómo el corazón se me disparaba en el pecho; cómo bombeaba torrentes de sangre por mis venas, bulliciosa y brutal; cómo palpitaba en mis sienes, donde se mezclaban latidos y pensamientos hasta confundirse prácticamente por completo. Me pasa siempre, cuando surge una nueva esperanza. Luego se vuelve a morir, claro. Pero no puedo evitarlo.
Creo que le supliqué que lo intentase. Y le hablé del blog donde he hecho una apuesta, aunque eso sólo le ha causado risa. No cree que el tal Juanónimo consiga nada, aunque me ha agradecido la información, porque escribirá él para hacer alguna apuesta. Dijo que también le divierte el tema.
No sé, en pocos días, dos opciones de buscarte. Las casualidades se multiplican.
- ¿Y qué me darás si lo encuentro? - me preguntó entonces. Creo que me ruboricé. Odio eso.
- Lo que quieras - es algo que pensaba de corazón. Haría lo que fuera, daría lo que fuera, a quien consiguiese encontrarte, a quien te volviese a traer a mi lado. Reconozco que me había planteado qué pediría Juanónimo a cambio, por ahora no ha mencionado nada y no creo que sea tan... directo como Enrique Ugalde. Estaba tan enfadada conmigo misma por sentirme tan vulnerable y cortada que me forcé a meter un órdago: - Me acostaré contigo.
Eso sí que le hizo reír.
- Rebeca, cariño, no puedes plantear así las cosas. En serio. Estás muy bien, eres atractiva, tienes cierto... encanto. ¿Pero me estás diciendo que tengo que mover recursos y contactos, y probablemente gastar un montón de pasta, sólo con la esperanza de que, si tengo éxito, te metas en mi cama? - hizo una ligera pausa, para que todo aquel absurdo se aposentase en mi mente, supongo - No. Eso, lo harás antes. Puedo intentar buscarle, pero a cambio serás mi amante - vale, ya estaba dicho. Estaba empezando a marearme, cuando añadió: - Y quiero un extra, si lo encuentro.
- ¿Qué clase de extra?
- Un retrato tuyo, desnuda. Al óleo - me vio poner tal cara de horror que sonrió - Bueno, vale, seré amable. Te dejaré cubrirte con alguna cosilla. Una hoja de parra, un abanico... No, mejor, una serpiente. Símbolo de tentación. Por lo mucho que me has tentado estos días.
Dios, si antes estaba ruborizada, en ese momento debía estar roja como un tomate.
- No puedes estar hablando en serio.
- Preciosa, cuando me conozcas mejor sabrás que me tomo mis entretenimientos muy en serio. Y te aseguro que trataré de conseguirte esa información, te doy mi palabra, algo que también me tomo muy en serio. ¿Qué dices? ¿Tenemos trato? - apoyó una mano en mi rodilla. Tenía la palma cálida. Me hizo estremecer - ¿Vamos a mi casa?
Y, entonces, el desastre.
Aparté la mirada, reconcomida por un mar de dudas, y mis ojos se cruzaron con los de mi hijo Jon, que venía por la acera. Él me ha visto y me ha mirado, sorprendido; luego ha mirado a Enrique, y se ha percatado perfectamente de su mano en mi rodilla.
La verdad, no sé qué ha pasado en los segundos siguientes. Todo se mezcla en mis recuerdos. Sin más, de pronto estaba fuera, frente a mi hijo, que seguía con su expresión incrédula. Yo he querido decir algo, una chorrada del estilo "no es lo que parece", pero no me salía la voz.
- Hola, mamá - me ha dicho, y jamás se había parecido tanto a ti - Un profesor ha fallecido y se han suspendido el resto de las clases de hoy.
- Vaya... por Dios. Pobre hombre.
- Sí, bueno. Estaba un poco tarado. Dicen que se ha suicidado - no hizo caso de mi cara de mayor espanto. Miró de reojo el coche de Enrique - ¿Quién es ese?
- Nadie. Un amigo. No... - Enrique arrancó en ese momento, tocó el claxon como despedida, y se alejó - No tiene importancia - ha sido horrible. Jon me ha mirado con desprecio, es algo que no quiero volver a vivir. Pase lo que pase. Pensé que nada me importaba más que tú, pero no es cierto. Jon me importa más, mucho más. Es mí hijo, y es tu hijo. Es lo que surgió de lo que vivimos, lo que tuvimos, lo único que queda de todo aquello. Dios, se me llenaron los ojos de lágrimas. Empezó a andar hacia casa - Jon, espera... Deja que te explique.
- No. Me vas a mentir y no tengo ganas de oírte - de pronto, se detuvo y me señaló con un dedo: - Piénsate bien lo que haces porque, si me entero de que andas liada con alguien, te juro que se lo contaré a Javier y le apoyaré para marcharnos los tres, él, Beatriz y yo.
- Pero, ¿qué dices? ¡Yo soy tu madre!
- ¿Y qué? Él es el único padre que he conocido y no se merece eso. Ya tiene que soportar el hecho de que no le quieras, que vivas moviéndote a su alrededor sufriendo y suspirando, como si tuvieras que soportar su existencia. Que parezca que tampoco quieres a Beatriz. Eso, mamá, eso es lo peor. Para ti, no es ni tu hija, es... es como un quiste, o algo parecido, un premio que le diste a Javier para compensarle por ser bueno. O para sentirte menos culpable. ¿Quieres que te diga lo que pienso? Que, si mi padre hubiese seguido a tu lado, hoy no estarías ni la mitad de colgada de él de lo que estás ahora. No es que le quieras, es que te gusta ser la víctima en la puta obra de teatro que te tienes montada, te has acomodado al papel. Pero la vida es algo más que tú, tú y tú, mamá. Y estoy hasta los cojones de todo esto.
Y se ha ido sin esperarme.
Dijo algo así, claro, he puesto según recuerdo, a trazos generales, cogiendo frases por aquí y por allá. Qué fuerte. Y lo peor es que es posible que tenga razón. Excepto en lo de que no te querría tanto, si estuvieras aquí.
Vine, organizamos la comida, estuve un rato por casa, escribí la primera entrada del blog, aunque me sentía... lejana, no quería meterme en harina, no estaba en condiciones, por eso corté en el momento del coche. Además, si nadie iba a leerlo, para qué...
Vi un rato la tele. Javier tenía clases, y también Beatriz. Jon llamó a sus amigos y se marchó sin despedirse. Me quedé sola con Rosa María y no me apetecía nada agonizar en el sofá, así que salí y estuve un rato en el Parque de Amézola, aunque hasta el sol me resultaba extraño. Luego, he seguido dando vueltas y vueltas y vueltas y vueltas... y no sé qué hacer.
Al volver, había un par de peticiones en el blog para que contase lo ocurrido y he visto que tenía en el contestador varias llamadas de mi madre (siempre se me olvida el móvil, qué se le va a hacer). Ya la llamaré mañana. Igual es por lo del suicidio de ese médium, lo he leído en el blog de No-Faustino. Joder, qué tipo, ¿se tiraría de verdad? Igual lo quitó de en medio algún colega. A saber. Tampoco es algo que me importe en absoluto ahora mismo. Tengo demasiadas cosas mías en qué pensar.
Jon ha estado normal en la cena. Hasta me ha dado un beso en la cocina. Se sentía culpable por la explosión, claro. No he podido evitar echarme a llorar, aunque nadie más se ha enterado. No hemos hablado, pero creo que ambos estamos en un punto distinto. Hemos evolucionado de alguna manera. A saber cómo derivará todo.
Ahora, mientras todos duermen, he encontrado ese retrato. Tiene hasta serpiente. No me veo yo, posando para algo así. Ni siendo la amante de otro hombre que no seas tú.
Pero dice que tiene medios. Que podría encontrarte.
No sé qué hacer.
Rebeca:
ResponderEliminarEres muy buena escribiendo, enganché con facilidad tu relato...Me encanta encontrar en la red, espacios con calidad.
Un beso.
Muchas gracias, Taty. Tu comentario me anima un montón a seguir. Bienvenida, nos leemos. Abrazos.
ResponderEliminarRebeca: es que yo ya estoy mayor y como soy casi nueva en esto de Internet no me entero mucho. Lo que dice Tati de que lo tuyo es un relato, ¿significa que es como si fuera una novela?, ¿que ni tienes marido, que ni te acosa ese señor de la cafetería, ni tus hijos son rebeldes ni nada de nada? Por lo menos serás de Bilbao, ¿o tampoco?
ResponderEliminarPorque yo lo que cuento en mi blog son cosas verdaderas pero también me puedo poner embustera.
Hola, Pilar. A estas alturas, conociéndonos ya un poco y siendo casi amigas, me sorprende esta pregunta.
ResponderEliminarLo que dice Taty no implica eso. Uno puede relatar algo ficticio o algo real, o escribir bien muchas cosas, desde una obra de ficción hasta un diario íntimo. A mí me gusta escribir bien, tomarme la molestia de redactarlo correctamente y luego corregir, si algo estaba mal. El resto, creo que es mejor dejarlo a juicio de cada cual.
Sólo ten por seguro que, siempre que necesites hablar conmigo, por aquí estaré.
Saludos, guapa.
Me he enganchado ... ahora bien, no te fies de ese tio, te hace chantaje a cambio de encontrar a ¿un hombre con el que te gustaria ser su amante? ... si lo tienes tan claro ¿por qué acceder a sus pretensiones ..?
ResponderEliminarSigo leyéndote.
Besos
Sí, eso me hace dudar, Gara. También creo que ese hombre es un tiburón acostumbrado a pillar presas por puro entretenimiento y ha visto la ocasión de divertirse un poco. Pero, igual hasta lo busca y todo... Tengo que encontrar la forma de asegurarme de que, en todo caso, el trato sea justo.
ResponderEliminarAunque, si te digo la verdad, todavía no sé si sería capaz de hacerlo. Me avergüenzo cada vez que recuerdo cómo me miró Jon.
En fin, ya ves que le doy mil vueltas.
Gracias, guapa. Abrazos.
La verdad es que escribes muy bien y eso es lo fundamental. Si Jon es ficticio o real, no varia ni un apice la cosa, si quieres o no quieres a Enrique, tampoco, aunque seguramente él diría que sí, y si encuentra o no encuentra el señor de la cafetería al antiguo novio... bueno eso, joder, que si le quitamos importancia a todo va a quedar esto un poco deslucido...
ResponderEliminarUn despertador con sordina.
Uy, donde dije Enrique quería decir Javier. Pero bueno, eso tampoco importa.
ResponderEliminarUn abrelatas de papel.
Muchas gracias, Alan. No te preocupes por el error, no importa, lo entendí.
ResponderEliminarY, lo demás, pues... como le dije a Pilar, no hay más remedio que dejarlo al juicio de cada cual. En realidad, lo que cuenta, al final, es si ha gustado o no el relato y yo intento hacerlo lo mejor posible, me alegra que te guste. Como son entradas, y surgen tal cual, unas son mejores que otras, pero bueno, creo que el conjunto no está nada mal, jaja. Abrazos.