Woodland Glen, de Asher Brown Durand, pintado entre 1850 y 1855.
Vas a tener que perdonarme, abro este canal para poder contactar contigo, y últimamente apenas tengo tiempo de escribir. Primero fueron las vacaciones, con las visitas; luego, Beatriz, que se ha puesto enferma, menuda gripe ha pillado. Si ya de normal está siempre dando la lata para que se le haga caso, estando así qué puedo decir.
He hablado con Javier, planteándole que creo que sería bueno llevarla a un psicólogo. Me ha mirado raro y me ha dicho que es una suerte que piense algo en ella, aunque sólo sea para eso. Después de lo que me dijo Jon el otro día, no supe qué replicar.
Sinceramente, sé que tienen razón. No es tu hija. Nunca debió nacer. En una lógica evolución de los acontecimientos de mi vida, nunca hubiese nacido, no tiene sentido ni espacio su existencia. Creí que todo quedaría en dársela a Javier. Insistía en tener un hijo y me parecía cruel negárselo, después de todo lo que hizo. Mi intención, si es que tenía alguna idea en mente, que no lo creo, era... no sé, entregarlo como agradecimiento y listo. Pero Beatriz es una criatura con mente y necesidades propias y me busca, continuamente, con auténtica terquedad.
Y yo, no puedo evitarlo, la siento extraña. La llevé nueve meses en mi interior, cierto, pero la veo y no la percibo como parte de mí. No es como con Jon, no es... real, parte de mi auténtica vida. Y para su desdicha, es el ojito derecho de mi padre. Es su obra. El rechazo que siento por él, se transmite a ella.
Creo que mejor voy yo al psicólogo. O al psiquiatra, como en los viejos tiempos.
Debería hacerlo porque, últimamente, no es Beatriz la única que no se siente bien. He tenido un par de mensajes de Hidalgocinis, mensajes muy perturbadores que me tienen desconcertada, ¿sabes? Mi lado racional me dice que tenga en cuenta que es un enfermo, que delira, que la falta de medicación hace estragos en su mente desquiciada. Pero...
Está el mensaje que me transmitió, lo que puse en mi última entrada, esa especie de supuesta escritura automática en la que acertaba tantas cosas. Y está lo que he leído en el blog de Faustino. Al final, sí que tiene una espada, tal como vaticinaba Hidalgocinis hace algunos días.
Diría que Faustino es tan incrédulo como yo. Y también diría que va a tener bien afilada esa espada, por si acaso.
He vuelto a soñar con el bosque. Me he visto, como antaño, buscándote desesperada, arañando la corteza de esos árboles malditos que se tragaron tu risa y tu silueta, gritando, gritando mucho, para ver si podías oírme, si mi voz era capaz de indicarte el camino de vuelta... Lo siento, reconozco mi incapacidad, no tengo palabras. Jamás podré hablar normalmente de la desesperación que viví durante el tiempo en que estuvimos buscándote y la que he arrastrado desde que dejamos de hacerlo. Es algo que se vive, algo que se siente, no puede contarse.
No sé cómo, Hidalgocinis sabe que desapareciste allí, en el bosque. Y dice que te fuiste voluntariamente, pero forzado por otros, gentes que amenazaban a tu familia.
Gente poderosa.
No quiero imaginarlo. No quiero pensarlo, siquiera. Pero no puedo dejar de suponer que fue mi padre. Estaba en posición de presionarte amenazando a tu familia, mucho más humilde. Y te odiaba, era algo que iba más allá del hecho de que le hubieses quitado su modelo perfecto de hija o que estorbases en sus planes futuros. Te odiaba por lo que eras, por lo que suponías, algo fuera de su control, de su dominio. Hay gentes que no soportan que se les desafíe...
Dice Hidalgocinis que has estado en muchos lugares, incluso en la cárcel. Que no sabes que tienes un hijo.
Que sabes que tu hermano me cuida, pero también que me oculta cosas.
¿Sabe Javier lo que pasó contigo? ¿Me ha estado mintiendo todos estos años? ¿Tuvo algo que ver, de hecho, en tu desaparición? Sé que siempre estuvo interesado en mí, incluso cuando tú y yo estábamos juntos, pero en todo momento he supuesto que le detenía el hecho de que ambos te queríamos a ti, que jamás hubiese hecho nada en tu contra, o por separarnos.
Quizá me haya equivocado.
Vas a tener que perdonarme, abro este canal para poder contactar contigo, y últimamente apenas tengo tiempo de escribir. Primero fueron las vacaciones, con las visitas; luego, Beatriz, que se ha puesto enferma, menuda gripe ha pillado. Si ya de normal está siempre dando la lata para que se le haga caso, estando así qué puedo decir.
He hablado con Javier, planteándole que creo que sería bueno llevarla a un psicólogo. Me ha mirado raro y me ha dicho que es una suerte que piense algo en ella, aunque sólo sea para eso. Después de lo que me dijo Jon el otro día, no supe qué replicar.
Sinceramente, sé que tienen razón. No es tu hija. Nunca debió nacer. En una lógica evolución de los acontecimientos de mi vida, nunca hubiese nacido, no tiene sentido ni espacio su existencia. Creí que todo quedaría en dársela a Javier. Insistía en tener un hijo y me parecía cruel negárselo, después de todo lo que hizo. Mi intención, si es que tenía alguna idea en mente, que no lo creo, era... no sé, entregarlo como agradecimiento y listo. Pero Beatriz es una criatura con mente y necesidades propias y me busca, continuamente, con auténtica terquedad.
Y yo, no puedo evitarlo, la siento extraña. La llevé nueve meses en mi interior, cierto, pero la veo y no la percibo como parte de mí. No es como con Jon, no es... real, parte de mi auténtica vida. Y para su desdicha, es el ojito derecho de mi padre. Es su obra. El rechazo que siento por él, se transmite a ella.
Creo que mejor voy yo al psicólogo. O al psiquiatra, como en los viejos tiempos.
Debería hacerlo porque, últimamente, no es Beatriz la única que no se siente bien. He tenido un par de mensajes de Hidalgocinis, mensajes muy perturbadores que me tienen desconcertada, ¿sabes? Mi lado racional me dice que tenga en cuenta que es un enfermo, que delira, que la falta de medicación hace estragos en su mente desquiciada. Pero...
Está el mensaje que me transmitió, lo que puse en mi última entrada, esa especie de supuesta escritura automática en la que acertaba tantas cosas. Y está lo que he leído en el blog de Faustino. Al final, sí que tiene una espada, tal como vaticinaba Hidalgocinis hace algunos días.
Diría que Faustino es tan incrédulo como yo. Y también diría que va a tener bien afilada esa espada, por si acaso.
He vuelto a soñar con el bosque. Me he visto, como antaño, buscándote desesperada, arañando la corteza de esos árboles malditos que se tragaron tu risa y tu silueta, gritando, gritando mucho, para ver si podías oírme, si mi voz era capaz de indicarte el camino de vuelta... Lo siento, reconozco mi incapacidad, no tengo palabras. Jamás podré hablar normalmente de la desesperación que viví durante el tiempo en que estuvimos buscándote y la que he arrastrado desde que dejamos de hacerlo. Es algo que se vive, algo que se siente, no puede contarse.
No sé cómo, Hidalgocinis sabe que desapareciste allí, en el bosque. Y dice que te fuiste voluntariamente, pero forzado por otros, gentes que amenazaban a tu familia.
Gente poderosa.
No quiero imaginarlo. No quiero pensarlo, siquiera. Pero no puedo dejar de suponer que fue mi padre. Estaba en posición de presionarte amenazando a tu familia, mucho más humilde. Y te odiaba, era algo que iba más allá del hecho de que le hubieses quitado su modelo perfecto de hija o que estorbases en sus planes futuros. Te odiaba por lo que eras, por lo que suponías, algo fuera de su control, de su dominio. Hay gentes que no soportan que se les desafíe...
Dice Hidalgocinis que has estado en muchos lugares, incluso en la cárcel. Que no sabes que tienes un hijo.
Que sabes que tu hermano me cuida, pero también que me oculta cosas.
¿Sabe Javier lo que pasó contigo? ¿Me ha estado mintiendo todos estos años? ¿Tuvo algo que ver, de hecho, en tu desaparición? Sé que siempre estuvo interesado en mí, incluso cuando tú y yo estábamos juntos, pero en todo momento he supuesto que le detenía el hecho de que ambos te queríamos a ti, que jamás hubiese hecho nada en tu contra, o por separarnos.
Quizá me haya equivocado.