miércoles, 25 de mayo de 2011

Martes de Visitas Intensas

De nuevo cuento las cosas con retraso, pero seguro que todos lo comprendéis.

Esta imagen A Ride for Liberty - The Fugitive Slaves, de Eastman Johnson, pintado en 1862, ilustra perfectamente la entrada. Así me siento, a la carrera y sin controlar el destino. Rolando ha venido a salvarnos, nos ha embarcado en una huida sin posible retorno, y yo miro hacia atrás, sin saber si temer que nos persigan o si sentir nostalgia por todo lo que ha quedado definitivamente en el pasado...

Ayer, desperté cuando amanecía, al notar una presencia cercana. Julián estaba conmigo, en la cama, tumbado a mi lado, observándome en silencio. Le reconocí de inmediato, pese a la penumbra. Creo que jamás en mi vida he pasado del sueño a la realidad tan bruscamente, al segundo estaba totalmente despierta.

Así estuvimos varios minutos, mirándonos entre sombras. Pensé en los tiempos en los que nos habíamos sentido muy cerca el uno del otro, en esa misma cama, piel contra piel, almas estremecidas. Y, sin embargo, ahora...

Él se inclinó a besarme, sujetándome por la cadera con una mano. De repente hacía mucho calor, aquel contacto ardía, casi me quemaba a través de la sábana. Le noté tenso, a la vez excitado y contenido. Creo que quería hacer el amor, pero que no sabía cómo acercarse. O quizá era que, simplemente, se preguntaba si era buena idea dejarse llevar, complicar de ese modo las cosas entre nosotros. Y yo... es que no consigo perdonarle la traición de todo ese olvido. Me siento tan absurda, tan tonta. Una ridícula ama de casa suspirando durante años por un primer novio que ha rehecho su vida en las Américas, sin concederle más pensamientos.

Vale, no soy justa. Es cierto que ha vuelto en cuanto ha sabido y todo eso, que se preocupa por mí y por los niños, y por el mundo que conocemos, y no está para tonterías. Pero yo tengo una herida muy profunda, y me cuesta seguir.

Es lo que tienen las historias de los héroes: que siempre hay víctimas en la sombra, lo que puede y debe sacrificarse en pro de un bien mayor.

Debió notar que estaba yo tiesa como una escoba porque se apartó, titubeando.

- Ese era mi lado de la cama - me dijo, por fin. No sé si se trataba de una broma o si era un intento de mostrarme que le quedaban retazos de recuerdo flotando por ahí, en la memoria. En todo caso, era cierto, yo estaba acostada en su lado. No supe qué contestar, así que me levanté, me puse la bata y busqué el peine. Él se quedó tumbado, observándome en silencio. Qué difícil es a veces acercarse, estando en el mismo metro cuadrado...

Finalmente, optó por dejar cualquier cuestión íntima para otro momento. Me mostró un aparatito. Parecía un modem USB, pero algo extraño:

- Por cierto, a partir de ahora, usad esto Jon y tú, Reb. No volveréis a tener problemas con internet.

- ¿Crees que lo de la conexión ha sido...?

- Debes tener más cuidado - dejó el modem en la mesilla - También quiero que me des una lista de la gente que pueda estar al tanto de todo este asunto. Gente que se haya dado cuenta de... bueno, de todo. Esos hechos extraños que ya no pueden pasar totalmente desapercibidos. No creas que es habitual, sobre todo porque por parte de las autoridades hay siempre un claro intento de ocultar los datos a la población, para evitar el pánico. Pero, es lo que hay. Y nadie, absolutamente nadie, va a poder quedarse al margen.

Le di los nombres y enlaces de los siguientes blogs:
Así, en el momento, fue de los que me acordé. Le dije también que algunos me tienen muy preocupada, porque hace tiempo que no escriben.

Por supuesto, si alguno de los que leéis esto, tenéis un blog o un modo de contactar, y os habéis percatado de la gravedad de la situación y queréis que os incluya, me decís. Yo le pasaré vuestros datos a Rolando, para que vea cómo incluiros en sus planes.

Julián me pidió también que organizase una reunión familiar con todos, mis padres incluidos. Eso ha sido lo más difícil. Discutí con él, porque no quería tener que llamar. Sabiendo cómo estaban las cosas, no tendría ni que haberlo propuesto, pero insistió. Me dijo que no era cuestión ya de viejas rencillas ni de tonterías de saber convivir o no: era una cuestión de supervivencia.

Así que, hice de tripas corazón y, tras enviar un mensaje a Javier, por si le interesa asistir (como me pidió un tiempo a solas, pensé que era mejor contactarle de ese modo, sin presionarle demasiado), llamé por teléfono a mi padre. Omitiré la retahíla de cosas que me soltó, la bronca que me echó por mi huida, antes de que pudiera pararle. Le dije que quería una reunión familiar de urgencia y le pareció bien, sobre todo, pienso, porque tiene en mente que iré con los niños pero no me marcharé con ellos. Seguro que tendrá allí a su abogado y un par de matones, para hacerse con la custodia.

Al margen de lo que ocurra cuando vea aparecer a Julián, o de lo que este pueda llegar a decir, me pregunto si no sería conveniente que llame a Enrique, para que venga con nosotros y me defienda.

Más que nada por si toda esta historia no es más que una paranoia de alguien. De Julián, o mía, a saber...

Julián se quedó todo el día de ayer con nosotros. Encargamos para comer unos kebabs y, aunque no hacía tan buen tiempo como el lunes, o como hoy mismo, comimos en la terraza y luego jugamos al monopoly (qué paliza nos dio Rosa María, por cierto, rectifico, de ignorante nada, a esta chica le prestas dos euros y crea un emporio, al tiempo) y vimos una película en portátil de Jon. Por la noche, pizzas y despedidas.

Creí que, quizá, antes de marcharse... Pero no lo intentó. Sólo me besó en la mejilla, murmurando un "hasta mañana", y se fue.

Por cierto, Julián congenió sorprendentemente con Beatriz, quizá porque mostró interés en ella y la trataba como una adulta, dando importancia a su opinión. Sea como fuere, a ella le encantó conocer a su tío. Jon se muestra más reservado, está claro que le da algo de miedo todo el asunto. Teme crearse demasiadas ilusiones, permitirse acercarse demasiado, hacerse demasiado vulnerable para luego encontrarse con que Julián vuelve a desaparecer, por poner un ejemplo. Como me pasa a mí.

Nunca hay que entregarle el corazón a un héroe. Lo más probable es que esté mirando para otro lado y ni se dé cuenta; pero, de llegar a percatarse, no sabrá qué hacer con él.

2 comentarios:

  1. Sigo leyendo tus entradas, a veces sin tiempo para comentar, pero te sigo; y me pregunto en qué parará todo esto, hacia dónde irán los personajes y si le funcionará el USB, y si la "reunión familiar" dará positivos resultados. En fin, sólo te sigo.
    Un abrazo.

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  2. Señor Díaz Escamilla, me pregunto si no sería bueno que figurar usted y otros que nos siguen en esa lista para que les den uno de esos puertos usb especiales, o me temo que perderemos el contacto.

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