Autorretrato de Léon Bonnat, 1855, que tiene un aire a Javier. Ya lo digo en su página, pero lo reitero aquí, ya que voy a hablar de él.
Espero que esta vez se mantenga la conexión, al menos durante el tiempo necesario para escribir y enviar esta entrada. Llevo varios días con problemas para conectarme, problemas del tipo serio y además ignoto. Ni idea de lo que le pasaba, según la compañía todo va bien, pero yo me quedaban sin línea, se me bloqueaba el pc... Al principio Jon pensó que podía ser un virus, o un troyano, o quizá incluso que me habían "secuestrado" el portatil. Algo que pasa mucho, según dijo, que podía ocurrirle a cualquiera, pero yo no estoy tan segura.
Ya es casualidad que los problemas empezasen justo cuando vino Julián.
Espero que esta vez se mantenga la conexión, al menos durante el tiempo necesario para escribir y enviar esta entrada. Llevo varios días con problemas para conectarme, problemas del tipo serio y además ignoto. Ni idea de lo que le pasaba, según la compañía todo va bien, pero yo me quedaban sin línea, se me bloqueaba el pc... Al principio Jon pensó que podía ser un virus, o un troyano, o quizá incluso que me habían "secuestrado" el portatil. Algo que pasa mucho, según dijo, que podía ocurrirle a cualquiera, pero yo no estoy tan segura.
Ya es casualidad que los problemas empezasen justo cuando vino Julián.
En todo caso, tampoco es que haya pasado nada interesante en mi vida, a excepción del sábado, en que hablé con Javier por teléfono. Me había llamado muchas veces, cierto, y enviado más de cincuenta mensajes, pero al ver quién era me limitaba a no contestar.
Para mi sorpresa, el sábado por la tarde me envió un nuevo mensaje, en que me decía "Voy a llamarte. Contesta, por favor. No voy a gritar ni quiero que discutamos, pero coge. Tengo que comentarte algo urgente".
Un minuto después, sonó el teléfono. Era Javier. Dudé, pero pensé que, si me había mentido, si no había nada urgente y sólo quería discutir, siempre podía colgarle definitivamente y no volver a atenderle jamás.
Para mi sorpresa, el sábado por la tarde me envió un nuevo mensaje, en que me decía "Voy a llamarte. Contesta, por favor. No voy a gritar ni quiero que discutamos, pero coge. Tengo que comentarte algo urgente".
Un minuto después, sonó el teléfono. Era Javier. Dudé, pero pensé que, si me había mentido, si no había nada urgente y sólo quería discutir, siempre podía colgarle definitivamente y no volver a atenderle jamás.
Por suerte, no parecía enfadado; al contrario, más bien sonaba triste, lo que me rompió el corazón. Nadie puede convivir tan íntimamente con otra persona, durante tantos años, sin sentir algo por ella, ya sea cariño o rechazo. Yo quiero a Javier, le quiero de verdad, a pesar de su traición, a pesar de sus artimañas. El problema es que a lo largo de nuestra relación ha tomado decisiones que también a él le queman. Todos nos equivocamos.
Me dijo que se había enfrentado con mis padres, de una forma tajante, y que les había dicho que, si ignoraban dónde estaban sus nietos era porque no tenían por qué saberlo.
- Y, evidentemente, yo tampoco me lo he ganado, me consta. Pero me gustaría ver a Beatriz. Reb, por favor, no la apartes de mí - susurró, una súplica. Tuve que tragar saliva - A Jon también quisiera verlo, pero supongo que ahora mismo está en otras cosas, quizá... bueno, quizá ahora prefiera conocer a su verdadero padre.
Me acordé de un día, en Artxanda, cuando Jon tenía diez años y Javier le enseñó a montar en bicicleta. Cómo reían. O, cuando Jon acababa de cumplir los tres años y se puso malísimo, y Javier lo llevó en brazos a urgencias, y se quedó toda la noche esperando que nos dijesen algo, sentado en una silla rígida de plástico aunque al día siguiente tenía que trabajar. Y, cuando nació Beatriz, no hubo diferencias entre sus dos hijos...
Supongo que, todo eso, también debe contar algo.
- Tú has sido su verdadero padre... - reconocí, y carraspeé - Jamás me cansaré de darte las gracias, Javier. Jamás.
- Nunca he querido tu agradecimiento, lo sabes - estuvimos unos segundos en silencio, hasta que la situación se hizo algo incómoda - Te pido disculpas por haber perdido de tal modo la cabeza. No debí gritarte, ni pedirte cuentas ni, mucho menos, montar aquel escándalo que terminó en incendio. Me consta mejor que a nadie que amar es algo que no se elige, Reb. Surge por sí mismo, te devora y te domina - pensé en lo que había sentido por Julián durante tantos y tantos años, y me sentí más cerca de Javier que nunca, porque le entendía mejor que nadie - No hay alternativas.
- No importa, no te preocupes.
- Sí, importa. Yo nunca he sido de ese modo y no quiero convertirme en el hombre que era esa noche. Creo que necesito tiempo, tanto o más que tú. Necesito pensar y tranquilizarme, unos días. Te llamaré, ¿vale? Si necesitas algo, llámame tú al móvil. No estoy ya en casa de tus padres.
- ¿No? ¿Y dónde estás?
- Ahora mismo en un hotel, pero me iré mañana. Dame unos días - insistió - Después hablamos.
- Espera - dije en el último momento, llevada por una intuición - ¿Has hablado con Julián?
Hubo un momento de silencio al otro lado de la línea.
- Te echo de menos - me dijo. Y colgó.
Supongo que, todo eso, también debe contar algo.
- Tú has sido su verdadero padre... - reconocí, y carraspeé - Jamás me cansaré de darte las gracias, Javier. Jamás.
- Nunca he querido tu agradecimiento, lo sabes - estuvimos unos segundos en silencio, hasta que la situación se hizo algo incómoda - Te pido disculpas por haber perdido de tal modo la cabeza. No debí gritarte, ni pedirte cuentas ni, mucho menos, montar aquel escándalo que terminó en incendio. Me consta mejor que a nadie que amar es algo que no se elige, Reb. Surge por sí mismo, te devora y te domina - pensé en lo que había sentido por Julián durante tantos y tantos años, y me sentí más cerca de Javier que nunca, porque le entendía mejor que nadie - No hay alternativas.
- No importa, no te preocupes.
- Sí, importa. Yo nunca he sido de ese modo y no quiero convertirme en el hombre que era esa noche. Creo que necesito tiempo, tanto o más que tú. Necesito pensar y tranquilizarme, unos días. Te llamaré, ¿vale? Si necesitas algo, llámame tú al móvil. No estoy ya en casa de tus padres.
- ¿No? ¿Y dónde estás?
- Ahora mismo en un hotel, pero me iré mañana. Dame unos días - insistió - Después hablamos.
- Espera - dije en el último momento, llevada por una intuición - ¿Has hablado con Julián?
Hubo un momento de silencio al otro lado de la línea.
- Te echo de menos - me dijo. Y colgó.
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