jueves, 14 de abril de 2011

El Jueves de las Bonitas Piernas


Hoy me ha pasado algo... diferente. No sé qué hacer al respecto. Qué tontería, igual tampoco puedo hacer nada. Lo que es seguro es que no debería hacer nada.

Esta mañana, tras dejar a Beatriz en el colegio, he pensado que mejor me tomaba algo en la cafetería cercana a mi casa, en vez de ir a buscar trabajo. Total, para qué dar vueltas sin sentido... Vale, lo sé, no puedo dejarme desalentar nada más empezar, pero tuve un momento oscuro, qué se le va a hacer. Estoy tan desesperada que hasta le he entrado a desconocidos, en blogs por ahí, preguntando por posibles trabajos. Te puedes imaginar el éxito. Lamentable. El último era un violinista-camarero llamado Andy, un individuo de Salamanca, pff, hasta allí voy a ir yo... En fin. Posiblemente, todo hubiera quedado en eso, en media hora escatimada al deber de seguir buscando, pero...

Agustín, el camarero, estaba hablando con un hombre. Yo no le había visto nunca, aunque es verdad que jamás voy a esa hora, tan temprano, así que perfectamente puede ser un cliente habitual. Lo parecía, porque estaba claro que se conocían bien, había entre ellos esa confianza nacida de muchas charlas previas, y el desconocido parecía simpático. Comentaban las noticias de la radio y reían con ganas.

Era... a qué negarlo, era bastante atractivo. A estas alturas lo planteo todo en base a reacciones químicas y vaya que las hubo. Me miró, le miré, y la gran fábrica de hormonas sufrió un pico notable. A él también le pasó algo así, las feromonas se captan en la distancia. Pero, claro, aparté la vista, elegí una mesa, y simulé ignorarle. Como debe hacer una mujer decente y todo eso.

Ahora pienso que quizá me provocó esa impresión porque se parecía mucho a ti, a como debes ser ahora, tras tantos años: alto, guapo, moreno, buena planta... Además, tenía pinta de próspero, más que próspero incluso, boyante, algo que siempre aumenta la libido, digan lo que digan. Un ejecutivo o algo así, supongo, no sé. Excelente traje, excelentes zapatos, cartera de piel, todo ello llevado con la desenvoltura con la que se visten los vaqueros. Qué bien, me encantan los ricos cercanos al populacho. Cuando llegué estaban comentando las noticias, como dije, pero luego, no soy tonta, supe que alguno de los cuchicheos se refería a mí.

Bueno, qué, soy una mujer de bandera, como decías, y me hago valer. Me acicalé el pelo, crucé las piernas con toda la sensualidad que pude, y me aseguré de que les llegara meridianamente clara la idea de que no estaban a la altura de semejante exquisitez. Hubiera tomado el café en mi mesa, me hubiese levantado y me hubiese ido, toda digna, sin mirar atrás y lamentándolo enormemente, jaja, pero, de pronto, me di cuenta de que el hombre estaba a mi lado.

Te lo juro, me ha sonreído y me ha dicho:

- Bonitas piernas. ¿A qué hora abren?

Me he quedado perpleja. La grosería no llegaba a grosería no sé por qué. Supongo que porque me gustaba a rabiar. Por el rabillo del ojo he captado la expresión preocupada de Agustín, que nos conoce a mí y a Javier desde hace mucho. ¿Le habría dicho a ese hombre que estoy casada? A saber. Si era así, poco le ha importado.

De haber tenido voz, le hubiese preguntado a ver en qué concurso televisivo había oído semejante frase pero, sinceramente, no me veía capaz de pronunciar nada. He descruzado las piernas, he alzado la nariz, he cogido mis cosas y me he marchado, muy digna, rogando interiormente por no troncharme con uno de mis tacones. Hubiera quedado ridículo. Llevo demasiado tacón, ya lo sé.

El caso es que me siento... no sé. Distinta, desde entonces.

Me pregunto si estará allí mañana.

7 comentarios:

  1. (viene en respuesta al comentario en entrada PARA CORTARSE LAS VENAS)

    Juas, será posible. Por favor, Pili, mantén la compostura, mujer. Que ya tienes una edad... ;)

    Claro que sí, puedes hacer como quieras con el Hola, Lecturas o Semana. ¿Ves? No te critico. Hay que estar informada, cada cual dentro de sus capacidades, por supuesto. Como es debido.

    Del resto... querida, cuánto sabes de busconas, y de cómo comportarse así en una cafetería. Tomo nota. Yo es que, si te digo la verdad, de eso poca idea tengo. Si te pones las gafas y me lees bien, verás que no buscaba, aunque igual he encontrado y todo.

    Algo que a ti no debe haberte pasado nunca, seguro. Por eso estás haciendo sudokus y tienes que entretenerte con chorradas de la Campanario. Pero, no te preocupes, bonita, siempre que quieras charlo contigo.

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  2. Jajajaja, me encanta es facilidad que tenéis las mujeres de poneros cachondas y al mismo tiempo indignaos cuando os ofrecen lo que deseáis. Nena, has perdido la oportunidad de pasar un buen rato. Y no necesariemente follando con ese hombre. Así os va luego a algunas.
    (Perdona la crudeza, es que ahora soy sincero, pero si prefieres llamamos cabrón al ejecutivo)

    Un beso, ¡piernas!

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  3. Señor no-Faustino no sea indecoroso. Está usted hablando con una dama, pues.

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  4. Siempre he pensado que mucha gente se escuda en la sinceridad, para poder hacer daño. Cómo se disfruta, canallín, ¿eh? ¿Qué pasa, le has entrado de ese modo a muchas y no han cogido lo que ofrecías, indignadas? Igual es que no les interesabas, hombre. Hay que asumirlo.

    Yo no sé de dónde sacas que he perdido una oportunidad, jaja. En serio, me sorprende. Ten en cuenta que, si quisiera, mañana iría a la cafetería. Y de no estar, le puedo preguntar a Agustín. Quién sabe, podría llegar a encontrarle. Ergo, no pierdo, en todo caso puedo pasar de algo. Mi voluntad.

    Ya te contaré, tan interesado que pareces. Por ti, me he decidido a ir mañana a la misma hora.

    Miento,claro: tú no tienes ninguna influencia en mi vida. Iré porque quiero.

    No sé a qué otro buen rato (lo de "no necesariamente follando con ese hombre") te podrías estar refiriendo... Me has dejado realmente intrigada.

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  5. Gracias, Edwin. Usted sí que sabe tratar a una señora. Que, vamos, puede una ser amable y dar confianzas, pero hasta ciertos límites, ni media más.

    Gracias de nuevo.

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  6. Mis palabras no te harían daño si no encontraras en ellas algo de verdad. Por tu reacción sé que he tocado algo. Bueno, espero que saques provecho de ello.

    Edwin, no me sea usted empalagoso y pelotillero. Todos sabemos que las damas no existen.

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  7. No, hombre, qué va. Tú no puedes hacerme daño. Inténtalo con otra.

    Edwin, comprenda a Faustino y déjelo estar. Cuando nunca se ha visto algo, se tiende a creer que no existe.

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