jueves, 19 de mayo de 2011

Martes de Mentiras y Secretos

Ya sé que estamos a jueves pero, como no puedo dormir y tengo muchas cosas que contar, aprovecharé este rato a solas para ir adelantándolas.

El lunes por la noche era Jon el que llamaba a la puerta. En parte resultó una tremenda decepción, pero no una sorpresa,. Como dije en mi última entrada, ya me imaginaba yo que tarde o temprano me pediría cuentas.

- Tenemos que hablar - me espetó, caustico como él solo. Entró, se sentó en la cama, y me miró con los brazos cruzados, el gesto adusto, igual que el tuyo cuando te enfadabas - Y espero de verdad que tengas una explicación aceptable para todo esto, Reb, porque si no me voy a cabrear mucho.

Uy, uy, uy, pensé. Cuando Jon me llama Reb, es que está mosqueado. Cuando me llama Rebeca es que está directamente indignado. Supuse que la diferencia entre ambos humores estribaba en haber llevado con nosotros a Rosa María, alegrándole la aventura.

Me empieza a caer mejor mi posible nuera. Gracias a ella me he librado de una bronca más grande.

Yo me lo pensé un poco. Quería contarle lo que estaba pasando, pero no hablarle de este blog. Este lugar es mío, muy mío. Es mi rincón secreto, ese que me une a ti y a un montón de desconocidos, seres de rostros carentes de todo rasgo que poco a poco van saliendo de la bruma. Ahora, algunos tienen nombre, pero ni siquiera tengo claro que sean reales, algo más allá de un texto en la pantalla. Me gusta contarles mis cosas, me gusta contártelas a ti, aunque a veces resulte difícil hacerlo.

Por eso me callé todo lo de internet y le mentí descaradamente. Le dije que te habías puesto tú en contacto conmigo, con una llamada del móvil. Que estabas en el país, temporalmente, y querías conocerle a él. Que estabas en una situación difícil porque trabajabas para el gobierno y tu identidad y posición debían ser secretas.

Vale, ya sé que fue una chorrada, pero es que no sabía qué decirle, y en las películas esa excusa funciona. De verdad que hubo un momento en el que iba a contarle lo de los demonios y demás, pero... en fin, me dio la impresión de que ya era suficiente difícil la situación como para añadirle todo eso, que ni yo misma me creo. Antes imaginaría que estás trabajando para el MI6 que combatiendo demonios con un Nuiz. Es que... vamos, no, para nada, cada día que pasaba dentro de mi mundo lógico, lo veía más absurdo todo.

Si le sirve de consuelo a alguien, tampoco fue una idea tan brillante. Mi hijo Jon es bastante despierto en ciertos temas y tiene muy claras sus ideas políticas, aunque todavía no pueda votar. Al igual que yo, está en esas movidas de Twitter de romper el bipartidismo, acabar con el sistema de democracia orgánica, con todo intento de censura gubernamental en la red, y buscar una democracia real ya (como se llama el grupo). Si hubiésemos estado esta semana en Madrid, hubiésemos acampado en Sol, sin dudarlo. Haciendo Historia.

Pero, por eso, al oír que su padre trabajaba para el gobierno, torció el gesto y preguntó que "para qué gobierno". Cuando balbuceé algo como "este", preguntó un "y en qué trabaja".

Vamos, que podía ver las arenas movedizas en que me estaba metiendo.

Total, que corté por lo sano soltándole que todo era muy secreto y que ni yo lo sabía, pero que por asuntos de seguridad, debíamos encontrarnos con él allí. Que se reuniría con nosotros en cuanto pudiese. Yo calculaba que en un día o dos, quizá antes.

- Pero no debes llamar a tus abuelos, ni a Javier - le advertí una vez más. Se lo había repetido varias veces a lo largo de la tarde, me daba igual ser pesada. Beatriz no tiene móvil y Rosa María no cuenta, pero tenía miedo de que Jon les llamase o respondiese - No deben saber dónde estamos, por ahora. Por seg...

- Por seguridad, sí. Pues no me hace ni puta gracia, tengo el móvil lleno de llamadas de los abuelos y de papá, y me da un palo enorme, pero enorme, no contestarles. ¿Y total, por qué? - Jon bufó - De verdad, no sé cómo esperas que pueda creerte. Agente secreto. Vamos, anda...

Me mordí el labio inferior, mortificada, imaginando qué pensaría yo, si estuviese en su lugar.

- Dame unos días, verás cómo lo entiendes todo.

Creo que soné bastante angustiada. Eso tiene Jon, que me riñe mucho, pero siempre intenta complacerme. No fue una excepción. Me miró pensativo unos segundos y terminó claudicando.

- Tienes un par de días, pero si no aparece para el miércoles, volveré a casa de los abuelos y me llevaré a Beatriz conmigo. No es normal que quieras tenerla en semejante sitio - miró la cama con disgusto. Estuve a punto de decirle que cambiara el gesto, que exactamente ahí fue concebido él, pero me callé - Asumo que a Javier no le has dicho nada - agitó la cabeza, estudiando mi expresión de culpabilidad - Joder, Reb, de verdad nadie como tú para saber complicarse la vida.

- No me llames Reb. Soy tu madre.

- Qué me dices, vaya sorpresa - rió. Se levantó, y me abrazó - Las madres de mis amigos son serias, tremendamente aburridas, y jamás usan minifalda. Y, tú, vas siempre a tu aire y estás como una cabra. Mira la que has liado ahora. Espero de verdad que mi padre no te deje tirada otra vez, porque a ver cómo vas a explicar este secuestro.

Le miré sorprendida.

- Tu padre no me dejó tirada. ¿Eso te ha dicho Javier?

- No, no, qué va. Fue el abuelo, hace años. Cuando me contasteis todo - le dijimos a Jon quién era su auténtico padre cuando cumplió los catorce años. Javier no quería hacerlo, quería seguir con la ilusión compartida de que era su hijo. Pero no lo era, y yo no quería que viviese engañado - Me encontró llorando un día, por ese tema, que me agobiaba mucho, y me explicó cómo fue. Que se marchó porque no quería asumir sus responsabilidades una vez consiguió... bueno, divertirse, dejándote plantada, embarazada y sola...

- ¡Eso no es verdad! ¡Nada de eso es verdad! - sentí una oleada de odio hacia mi padre, intensa, tóxica, y me aterró que Jon pudiera sentir algo semejante por el suyo. Conseguí tragar saliva - Se fue porque no tuvo otro remedio. Y ha vuelto, por ti, Jon, por ti - le acaricié la mejilla y él casi sonrió - Créeme, vas a descubrir muchas cosas sobre tus orígenes, si me ayudas estos días. No te vas a arrepentir.

Jon asintió y me dejó sola. Era ya casi medianoche, así que me acosté y traté de dormir. Tardé mucho en conseguirlo, y no sólo porque tenía la continua esperanza de que se presentase Julián en cualquier momento. Todo daba vueltas en mi cabeza.

La verdad, no tenía ni idea de que iba a ocurrir. Quizá terminara acusada de secuestro, como había apuntado Jon, o algo por el estilo, pero al menos había conseguido ganar algo de tiempo.

1 comentario:

  1. De verdad Rebeca en tu vida no hay un minuto de aburrimiento. Lo mejor de todo es esa espera para poder estar con el hombre que quieres. Y lo peor todo lo que él dice que nos va a pasar.

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