sábado, 17 de septiembre de 2011

Aquel Miércoles Bailé con Huesos Muertos

Interiors of the New Hermitage.
The Gallery of the History of
Ancient Painting, 1859

Eduard Hau
Dónde estoy ahora, lo revelaré a su debido momento, quizá mañana, cuando quede explicado por qué razón no he podido escribir nada hasta ahora. Espero poder seguir en contacto el tiempo suficiente, al menos.

Solo diré que no escribo esto en mi portátil. Por primera vez, me estoy conectando desde otro punto. 

El miércoles nos infiltramos finalmente en el templo de los Sabios. Como ya comenté, es un lugar de arquitectura directamente inspirada en la cultura celta (lo dijo Loa y luego lo comentó también Javier, tras verlo), pero muy moderno, de piedra blanca y cristal oscuro, un edificio circular, formando a su vez por edificaciones en cúpula colocadas alrededor.

Su interior está muy decorado, con elementos celtas, como este búho, que es utilizado en filigrana en muchas paredes. Supongo que es un símbolo de sabiduría, muy apropiado en el sitio.

Búho celta, en el
Refugio de los Sabios
He buscado una foto que pueda dar una idea de eso en concreto, y es esta. Paredes y cúpulas pintados (aunque, en este caso, con los característicos motivos  celtas), estatuas, jarrones, todo elegantemente vacío y hermoso. Como un museo, vaya. Aunque a mí me parece más una especie de templo abandonado por su dios, por eso lo llamo así, templo. Loa y Radar se refieren habitualmente a él como Refugio de los Sabios, sin más, aunque a veces también lo mencionan como templo.

En parte me ha sorprendido porque todo el edificio me recuerda bastante a un rosario de anillo vasco. No sé si los conoces. He encontrado una imagen por ahí, dime si no tengo razón.

Anillo-Rosario vasco
El conjunto tiene un gran espacio interior, lo que sería en sí el hueco del anillo. Aunque, en este caso, no está hueco. Según me han contado, lo llena todo un gigantesco Patrón Mágico (lo pongo conscientemente con mayúsculas, para darle mayor relevancia, ya que cada vez que se habla del tema, se usa un tono de voz más bajo y respetuoso, por alguna razón).

Cuando he preguntado qué diantre podía ser eso (mis conocimientos de magia han aumentado notablemente en los últimos meses, desde que tuve que aceptar que existía pero, aún así, raras veces les entiendo, cuando se ponen a hablar del tema), se han limitado a decirme que piense en un entrelazado físico de distintos conjuros, formando todos una pauta o camino: se usa para ocultar algo, al otro lado.

Este Patrón en concreto es anterior al templo y a los Sabios que ahora lo custodian. Algunos dicen que lo crearon hechiceros muy lejanos en el tiempo, hombres de inmenso poder que recibieron una llamada o inspiración y se dirigieron hacia allí desde  los lugares más remotos. Una vez reunidos, lucharon entre ellos en esos bosques y se devoraron mutuamente, convertidos a la vez en dioses y bestias, ascendiendo en una espiral de muerte y vida, fortaleciéndose con aquel acto supremo de canibalismo.

Todos ellos se ganaron el derecho a formar parte del Patrón, cada cual a su manera: los más fuertes, los que habían sobrevivido apropiándose del poder de los demás, se reunieron en círculo. Sus vientres, demasiado llenos de magia, reventaron bruscamente, mezclándose poder y víscera, energía y sangre.

No sé si creer que algo tan... desagradable pudiese pasar. A saber qué sucedió realmente y por qué se ha transmitido de este modo la leyenda. En todo caso, cuando llegamos al templo, no sabíamos nada al respecto. Bueno, para ser exactos, no sabíamos apenas nada de nada. Ni siquiera su localización.

Fue Radar el que nos guió, el ciego mostrándonos el camino... 

Y es que, el templo no se ve a primera vista. Se levanta en las cercanías de un pequeño lago, en un paisaje idílico. Forma parte de nuestra realidad pero solo de forma parcial, relativamente. como suele ocurrir en estos casos de ocultación mágica. Para los que son ciegos a la magia, no existe, no hay nada allí. Pero para los que pueden "ver" o para quienes les es mostrado, su piedra blanca y su cristal negro son tan reales como cualquiera de los edificios de los pueblos de las cercanías.

El camino solo lo pueden abrir los Sabios o un mago poderoso en unas condiciones concretas. La noche del miércoles se daban. Me han ordenado que no mencione nada más al respecto.

Fuimos Javier, Radar, Loa y yo, tal como mencioné el otro día. Radar nos condujo y abrió el sendero. Fue... asombroso, de verdad. El claro, en el bosque, estaba vacío, ni siquiera cabía la idea de un edificio pequeño, el lugar no era lo suficientemente amplio. Yo casi llegué a pensar que Radar, pese a todo, se había equivocado, tan cegado estaba por el resplandor de aquella especie de magia estática de la Selva Negra. Pero, un segundo después de disiparse el eco de las palabras que pronunció Radar, tras un fluctuar de formas fantasmagóricas y de distancias repentinamente flexibles, allí estaba.

El Templo de los Sabios. El Refugio de los Sabios.

Nada más aparecer, según fue visible para todos, se abrieron las puertas situadas en lo alto de la escalinata de entrada, que estaban franqueadas por grandes columnas (puedes verla en el gráfico que he hecho, justo a su derecha, nosotros llegábamos por ese camino). Eran muy grandes: se movieron lentamente, con gran retumbar de mecanismos y manivelas.

Rápidamente, Loa se acuclilló, enterró los dedos en la tierra, y empezó a repetir una de sus salmodias. Era un sonido... no sé, inquietante. Las sílabas parecían extenderse a trompicones, chocando contra los árboles y las rocas, arrastrándose por la tierra como serpientes. Lo cierto es que los conjuros de Loa siempre me dejan una impresión parecida.

Entonces, vimos tres hombres salir del templo. Eran grandes, si me apuras diría que debían rondar los dos metros, en todas direcciones, qué barbaridad. Llevaban los rostros cubiertos por capuchas negras que ni siquiera tenían orificios para los ojos. Y estaban armados con ametralladoras y largos cuchillos que podrían ser considerados espadas cortas.

Venían en nuestra dirección. Y yo pensé que de ningún modo quería que me alcanzasen. Pero, ¿eran solo tres? Habíamos esperado un gran ejército, o al menos un grupo nutrido.

—Corred —ordenó Loa, entre dientes, la boca forzada en una mueca llena de tensión. Se le escapó una risa, mirándome—. Femme, commence à danser. Danse avec les os morts. (Mujer, empieza a bailar. Baila con los huesos muertos). —Entonces, como recordando algo, se volvió hacia Javier—. No lo olvides, Cazademonios: el Sabio de la runa azul en la frente. Es el más peligroso.

—¿Qué...? —empecé a preguntar. Eso me pasa por no haberles hecho demasiado caso mientras planeaban sus historias. Nadie me hizo caso a mí en ese momento: Javier y Radar echaron a correr, y fui detrás. 

Mientras nos acercábamos al edificio, de entre los árboles surgieron numerosas formas. 

Eran cuerpos, miles de cuerpos, miles de cadáveres. Eran todos los restos que dormían en el bosque, todos los que aún eran capaces de propulsarse por sí mismos. Y te puedo asegurar que, un bosque, es algo lleno de vida, pero guarda también mucha muerte.

Animales de todo tipo, de todos los tamaños, en todos los grados posibles de descomposición, surgieron de todas partes, estremeciendo el claro. Olía, olía a muerte por todas partes. Tuve que parar y empecé a vomitar, pero Javier me agarró del brazo y tiró de mí. Oh, dioses. Tienes que creerme: aquellos seres estaban por todos lados, sombra negra, hueso blanco, y Loa tenía razón, se movían como en una danza inmensa, una gigantesca coreografía. Avanzaban decididos, algunos veloces y peligrosos, otros en perezosa cadencia; el hedor a podredumbre, a descomposición y muerte eternamente lenta, se mezclaba con los mil crujidos de la espesura al ser pisoteada por criaturas que hubiesen debido descansar bajo ella, formando la música de la danza. .

Bailaban. Bailábamos...

Muchos de aquellos animales, esqueletos frágiles de lo que fueron cuerpos frágiles, no podían hacer daño alguno por sí mismos; pero eran tantos, tantos, que imponían. Los tres guardianes del templo, pese a todo, no hicieron ningún caso: estaban enfilados hacia nosotros, intentaron recibirnos con las ametralladoras, incluso empezaron a disparar, pero una bandada de pájaros muertos llegó por un lado, levantando una ráfaga de viento inmundo, y les golpeó de lleno. 

Dos perdieron las armas, otro siguió disparando, pero a las aves, absurdamente. Le habían arrancado la capucha y sangraba mucho de un ojo que estaba destrozado. Pero no parecía sentir ningún dolor. De hecho, la otra pupila estaba fija y él se movía con la determinación de quien no piensa en nada, realmente. Recordé lo que había dicho Loa de que les habían vaciado el cerebro.

Fueron interceptados por centenares de formas. Se agitaron con ellos, bailando también con ellos: un paso delante, un paso atrás, un giro, inclinación, media vuelta...

Terminaron cayendo, bajo el peso de tanto, tanto hueso muerto...

—¡Corre! ¡Corre! —me gritaba Javier. Como dije antes, íbamos por el camino que he dibujado a la derecha, en dirección a la escalinata que ascendía hacia la cúpula más grande, la entrada. Y por el rabillo del ojo vi más muertos que empezaban a surgir de la densa oscuridad que era el bosque. Los muertos humanos del cementerio del que había hablado Loa. Acudían a su llamada, para ayudarnos.

Oí los gritos de uno de los tres guardianes mientras entrábamos. Los otros, ni se quejaron. Tras caer bajo la aplastante mayoría de los animales, el forcejeo fue mínimo, y lo que fueron en épocas seres humanos los remataron.

Esos momentos los tengo clavados como ráfagas inconexas. Estaba muy nerviosa. Subimos las escaleras. Radar alzó una mano y dijo algo. Estaba rompiendo el Sello, sí, un Sello, habían hablado de una protección poderosa que nos impediría el paso. Todo se estremeció. Seguimos corriendo.

La gran sala circular de la entrada es más que una simple entrada, es como un lugar de recepción y encuentro. Solo los Sabios tienen derecho a adentrarse más en los círculos del Refugio; los que llegan, generalmente colaboradores, a veces enemigos, como nosotros, son recibidos nada más traspasar las puertas y despedidos o enterrados tras la conversación que sea.

Nosotros entramos en tromba, y aunque no estaba como para hacer turismo, no pude evitar admirarme. Como dije, los techos, las paredes, todo es elegante y cada detalle ha sido cuidado con gran esmero. El suelo es de baldosas de piedra pintadas, muy pulimentadas. Juntas, forman un gran dibujo, una espiral que gira sobre un punto central, donde pone: "Sapientium octavo". Más allá, bajo el gran arco que daba acceso al resto del edificio, pude leer "Proditori non crucis limine "

Cuatro hombres y tres mujeres se alineaban en la gran sala, protegiendo ese umbral. Todos llevaban las cabezas rapadas, cejas incluidas, y vestían túnicas blancas. No pretendo insinuar que tenían aspecto griego, en absoluto: eran túnicas de diseño moderno, y que acentuaban su curiosa apariencia andrógina. Supongo que eso quieren transmitir los Sabios, que no son ni hombres, ni mujeres, solo mentes. Un estadio superior a lo meramente físico.

Y mentes muy poderosas, por cierto. Según entramos, estaban concentrándose en el algún hechizo de gran potencia. Radar consiguió hacer algo para perturbarles, algo que hizo que los basamentos del templo gimiesen doloridos, pero no fue suficiente. La carga mágica del lugar era terrible, creí que me iba a estallar la cabeza. Las pinturas de las paredes empezaron a combarse, o quizá eran las paredes mismas, porque ningún ángulo podía mantenerse inmutable ante tanta presión, por muy aferrado a la realidad que estuviese. Yo alcé los brazos justo un segundo antes de que lanzasen algo, lo que parecían una multitud de diminutos proyectiles luminosos, contra nosotros. Estallaron en el aire, al chocar con la protección de energía que me había enseñado Rolando.

Me costó, ya lo creo, habían descargado mucho poder. Luego supe que, para ellos, apenas había sido nada.

Pero, el más rápido de todos, fue Javier. Según entró, alzó la pistola y disparó a uno de los siete, un hombre. Parecía el mayor en edad, aunque todos compartían también una curiosa apariencia atemporal. La bala impactó en su frente, justo en el centro del tatuaje azul que la había adornado.

No sé de qué era la bala. Entró dejando un agujero diminuto, pero salió por su cráneo abriendo un boquete del tamaño de un pomelo. El cuerpo se agitó locamente antes de desplomarse, la sangre salpicó por todos lados, manchando piedra impoluta, rostros fríos y túnicas blancas. Algunos Sabios gritaron. Javier movió la pistola en todas direcciones:

—El próximo que pronuncie una sola sílaba mágica, no va a tener tiempo para lamentarse. —Nadie dijo nada. Nos miraban confusos y espantados. Javier sonrió, relajándose ligeramente—. Pero, sí podéis hablar para darnos una explicación, lo más breve posible, de cómo, quienes se consideran tan listos y tan sabios como para llamarse por ese nombre, han cometido la estupidez de apoyar la invasión de unos demonios que sólo buscan arrasar por donde pasan.

El silencio se extendió todavía por otro largo segundo. Luego, empezaron a hablar todos a la vez.

—No tenéis derecho, no tenéis ningún derecho —protestaron unos—. ¡No sabemos nada! ¡No tenemos nada que decir!

—¡Pueden ayudarnos! ¡Tenemos que hacer algo! —dijeron otros, dirigiéndose a sus compañeros. La mejor prueba del enorme cisma que había en aquel grupo...

Entró Loa, dejando fuera su ejército de cadáveres. No sé qué palabras usar para explicarte lo aterrador que resultaba aquello. Eramos muy pocos los vivos allí reunidos; fuera, entre cosas que habían sido animales y cosas que habían sido hombres, esperaba silenciosamente una multitud. Los muertos nos miraron a través de las puertas abiertas, con rostros muy pálidos, cadavéricos.

El que sí entró con Loa fue Enrique. Esquivó mi mirada de reproche.
—El abogado nos había seguido y se ha empeñado en venir —dijo Loa. Javier sonrió.

—Se ha ganado el estar.

Enrique no contestó, aunque sé que agradeció el apoyo. Me gustaría hablar de todo eso, de la curiosa relación que está surgiendo entre nosotros, unos y otros, pero es que no hay tiempo... Tendrá que ser en otro momento.

Empezamos a interrogar a los Sabios. Para evitar extenderme demasiado, omitiré lo que fue más de una hora de conversación en la que supimos que había habido graves problemas entre ellos, por eso andaban descentrados y débiles. Habían sufrido una pérdida notable de poder y una deserción en masa de servidores, algunos de los cuales hasta habían huido con armamento y material mágico de importancia. Por eso sus guardianes solo eran tres, pobres diablos. Alguien había conseguido recuperar parcialmente sus mentes, pero esos tres no tenían remedio.

—Traidores, traidores... —rumiaban los Sabios. Una de las mujeres apretaba tanto los puños que se había clavado las uñas en las palmas. La sangre se deslizaba entre sus dedos y había manchado el vuelo de su túnica...

Popov sí estaba en el templo; de hecho, se le había dado permiso para acceder a una de las catacumbas, Jamás hasta entonces se le había permitido tal cosa. Al parecer andaba buscando algo o preparándose para algo, inmerso en una misión definitiva, cuya importancia superaba cualquier otra. Los Sabios ya no le controlaban, no podían hacerlo.

Estaban asustados, completamente aturdidos, porque habían esperado recoger los laureles de su obra, una empresa que les había llevado casi dos siglos (admitieron lo que nos había contado Loa, que extendían su vida más de lo normal por métodos sobrenaturales) y se habían estampado contra aquel enorme fracaso. No estaban seguros de que seguir al Rey fuese una buena idea. Ya no. Y no sabían si estaban en condiciones de poder cambiar de bando, estando tan avanzada el asunto.

Todo lo que contaron fue, sin duda, interesante. Pero, a mí, lo que más me importaba, era que todos ellos hablaron. Seguro que algunos dijeron la verdad y que otros mintieron.

Pero nadie calló, nadie guardó silencio, como me había avisado Ama Lur.

—¿No hay más Sabios? —pregunté, entonces, con la esperanza de que hubiese otros, en el edificio. Dijeron que no. Eran siete Sabios, solo siete. Como los famosos siete sabios de Grecia.

—En realidad, podría suponerse que hay uno más —adujo Javier, señalando el centro de la gran sala, el punto en el que convergía la línea de la espiral que dibujaban las baldosas—. "Sapientium octavo". "El octavo sabio". Me consta que se trata de una expresión irónica, por el aquel de quien se cree sabio sin serlo, pero... ¿es posible que tenga en realidad alguna otra explicación?

Ahí, tardaron bastante en contestar. Se miraron entre ellos.

—Relativamente —dijo uno, por fin. El mismo hombre de aire ligeramente mayor—. Sea quien sea, lleva mucho tiempo muerto. Según cuentan las crónicas, fue uno de los primeros, los que llegaron en tiempos remotos para elaborar el Patrón. —Entonces fue cuando nos contaron la leyenda sobre los magos llegados de todas partes y su acto de supremo canibalismo—. Según las crónicas era pretencioso y estúpido. Presumía de sabio sin serlo. Pero, además...

—Era un traidor —terminó una mujer por él. Javier asintió, mirando el arco de acceso al edificio.

—"Proditori non crucis limine ". "El traidor no cruza el umbral". ¿Cuál fue su traición?

No contestaron. Yo pensé que, en definitiva, aquel octavo monstruo no había estallado para formar parte del Patrón. Y me pregunté si, tanto tiempo después, seguiría digiriendo todas aquellas magias.

—No le habéis dejado entrar —dijo entonces Radar. Señaló el suelo, las letras del "Sapientium octavo", con el bastón—. ¿Está enterrado ahí mismo? Sí, ¿verdad?

Nadie dijo nada, y el silencio lo dijo todo.

Loa se adelantó hasta allí, hincó una rodilla en tierra y apoyó la mano, según su estilo, sobre la frase. 

Réveillez-vous (Despierta) —ordenó—. Il est temps. Il est temps. Ma volonté est votre force de vie. Venez à mon appel. (Es la hora. Es el momento. Mi voluntad es tu fuerza vital. Acude a mi llamada).

Y, entonces, ante nuestro asombro, ante nuestro absoluto terror, algo golpeó la piedra desde abajo. Todo el templo se estremeció y la Selva Negra guardó silencio. 

Aquello que dormía desde hacía tanto, golpeó una y otra vez, una y otra vez, abriéndose camino a través de tierra y piedra...

2 comentarios:

  1. Muy interesante el texto, creativo y lleno de símbolos esotéricos ... felicitaciones ..

    Muito interessante seu texto, criativo e cheio de simbolos esotéricos...parabéns..

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  2. Muchísimas gracias por tus palabras, Ana. Siempre me hace feliz saber que hay gente leyendo mi historia. Abrazos, cielo ;D

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