domingo, 15 de mayo de 2011

Sábados de Arriba y Abajo

He estado pensando si merece realmente la pena mantener este blog. Total, su función básica ya se ha cumplido, y con éxito: encontrar a Julián. Saber qué le ocurrió, terminar con la incertidumbre, con la angustia que provoca ignorar los hechos. Ahora mismo, no quiero entrar a valorar el fondo del asunto más de lo necesario.

Pongamos que me alegra saber que no lleva dieciocho años muerto bajo unos arbustos, en un bosque navarro. Punto.

Dicho lo cual... ¿tiene sentido el blog? Pues no estoy segura pero, tras meditarlo mucho, he llegado a la conclusión de que sí. A mí me sirve como terapia: escribir me divierte, me relaja, hace que reflexione mucho sobre las cosas y las analice intentando plasmarlas, contándooslas a todos vosotros.

Además, he conocido gente, he hecho amigos en este mundillo de Blogger, y no estaría bien desaparecer sin más.

William Thomas Smedley pintó esta ilustración de una doncella para una revista, creo que femenina. Viene perfecta para esta entrada, en la que tengo que contar algo que jamás hubiese creído posible que viniera de mí. Lo cierto es que solemos juzgar y criticar a otros, pero raramente nos reprochamos las bajezas a nosotros mismos. Me toca.

Me parece que no lo comenté, pero el día que se incendió mi casa, la chica peruana, Rosa María, no estaba tampoco. Javier la trajo aquí, donde mis padres, con los niños. Claro, con el lío posterior del incendio, su situación ha quedado un tanto incierta. Y con el asunto de Julián, el disgusto que he tenido esta semana, yo ni me acordé de ella, para qué lo voy a negar. Es verdad que la he visto un par de veces deambulando por los pasillos, pero no intercambié con ella más que un saludo y, desde luego, no le concedí mayor pensamiento.

Pero, hoy por la mañana, Jon ha venido indignado a mi cuarto y me ha soltado que mi madre ha despedido a Rosa María. Y con el dolor de cabeza que tenía yo, después de apenas dormir anoche...

Por supuesto, en un primer momento me indigné también, faltaría más. No porque Rosa María fuera imprescindible, ya que ahora mismo no tiene nada que limpiar, obviamente, sino porque si alguien tenía que despedirla, hubiese debido ser yo. Pero, la expresión de Jon, su enfado, desataron todas mis alarmas. Ay, ay, me dije.

Jon es un buen chico, ya lo he comentado otras veces. Demasiado responsable para su edad, incluso. Resulta habitual encontrarle leyendo un libro o trabajando en su portátil, aunque tiene su grupo de amigos y no perdona un fin de semana. Últimamente, por pequeños detalles de preocuparse más del aspecto o llamadas sigilosas, me he preguntado si no habría por ahí alguna novia. Incluso sospeché de Rosa María.

Y con razón.

Y he aquí que mi primer impulso ha sido dejar que mi madre despidiese a la chica. Alejarla de Jon. Pensar que semejante relación no me gusta, ni pizca, que no es bastante para él, que es de hecho peligrosa para él.

Porque, a ver, ¿quién coño es Rosa María, para aspirar a conseguir alguien tan maravilloso, tan buen partido como mi hijo? Nadie. Absolutamente nadie. Una ignorante sin estudio alguno, cuyas únicas virtudes son que es mona, bastante mona de hecho, y que es una trabajadora incansable del estropajo, eso también hay que reconocérselo. Pues vaya curriculum.

No es lo que he soñado para Jon, jamás. A mí me gustaría una jovencita guapa, de buena familia, estudiosa, universitaria, con más capacidades que quitar la siguiente mancha con la que pueda llegar a toparse. Y, por cierto, que llegue dentro de mucho tiempo, a ver, que Jon es muy joven y lo que tiene que hacer ahora es estudiar y divertirse.

Como digo, he pensado todo eso, he abierto la boca para darle largas, pero... no he dicho nada. En el último momento me he quedado de piedra, a punto de verme convertida en un reflejo del comportamiento que tuvieron mis padres hace tantos años, cuando consideraron apropiado decidir por mí qué me convenía.

Qué horror, qué espanto. Los mismos prejuicios, los mismos razonamientos, una misma conclusión: A MÍ no me gusta.

No puedo hacerlo. ¿Cómo voy a interponerme, porque a mí me parezca esto o aquello? Me resulta imposible. Me guste o no, me pese o no, no es mi decisión. Le he preguntado a Jon directamente si hay algo entre ellos y, tras dudar un segundo, me ha dicho que sí. Aggg, pensé. Rayos y centellas.

Y claro, como no sabía qué contestar, ni quería comportarme como mi madre, le solté que recordara siempre usar preservativo. No os imagináis cómo me ha mirado.

Diantre, es que no sabía qué decir...

Dado que mi madre ha tenido a bien despedirla sin decirme nada, he buscado a Rosa María en el cuarto que comparte con una de las doncellas y la he readmitido sin avisar a nadie. Sólo faltaría. Claro, no había pasado ni media hora cuando se ha presentado mi madre en mi dormitorio, exigiendo explicaciones por mi falta de criterio a la hora de mantener un servicio que no necesitaba, pagando un sueldo que bien podía ahorrarme, y hemos empezado a discutir.

- A mis empleados, los despido yo - le he dicho, tajante. Y ha estado a punto de afirmar que en su casa ella despide a quien quiere, lo hemos sabido ambas, que la frasecita rondaba como un buitre, pero se ha callado. Una pena. Ahora no estaría yo aquí, sino en un hotel.

- Eres una insensata - ha replicado finalmente, enojada - Lo que menos importa es si es necesaria o no, o si le pagas tontamente un sueldo o no. ¿Es que no te das cuenta de que Jon tiene un lío con ella? Si no estuvieras siempre preocupada por ti misma, lo hubieras visto. Y si no lo paras de inmediato, tendrás un problema, al tiempo. Un problema con pinta inca, como los salvajes de por ahí.

- Genial, madre. El nieto que se merece alguien capaz de semejante comentario racista.

- No seas sarcástica. Y reacciona. ¿Es que no vas a hacer nunca nada por tu familia? Si ocurriera algo así, tu padre se moriría de vergüenza.

- Quien sabe. Yo diría que es bastante más resistente que todo eso. De hecho, tiendo a pensar que es inmortal, la última plaga de Egipto que se ha perpetuado sigilosamente en la tierra - ella bufó, así que me encogí de hombros y dejé las bromas ácidas - En todo caso, Jon ya tiene edad para decidir por sí mismo en esos asuntos. Y prefiero que Rosa María y él tengan un problema del tipo que sea por sus propias decisiones, que meterme yo en su vida y jodérsela por completo.

- ¡Rebeca! ¡Te he dicho mil veces que no me gusta que seas ordinaria!

- No voy a hacer como hiciste tú - la miré con ojos entrecerrados, más que nada buscando contener toda la inmensa violencia que bullía en mi interior. Es que, cuando pienso en todo aquello... Estoy llena de ira, es verdad. Anotaré que necesito ayuda médica entre las cosas a tener en cuenta para mi nueva vida - Rosa María es mi empleada y Jon es mi hijo, ese que querías que matase en un aborto o que diese en adopción - al menos, ha tenido la decencia de ruborizarse - No te atrevas a meterte.

Me ha fulminado con la mirada y se ha dirigido a la puerta. Pensé que saldría sin más, dando un portazo, pero no.

- No sé de qué te quejas tanto - dijo, deteniéndose un momento en el umbral - Te recuerdo que, al final, como siempre, hiciste lo que te dio la real gana. Y que yo sepa, no es que lo hayas hecho demasiado bien, precisamente.

Olé. Esa es mi madre. Un encanto, cuando quiere.

Aunque, la verdad, en ese momento, tenía razón.

8 comentarios:

  1. Pues no estoy tan segura de que la tuviera. Tú tomaste tus decisiones y eso es valiente. Equivocarse entra dentro del valor de ser libres.

    Si me admites un comentario, alquila un piso y sal de casa de tus padres. Y borrón y cuenta nueva.

    Un abrazo.

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  2. Gracias por tu apoyo, Blanca. Es cierto, la vida es un camino muy oscuro por el que avanzamos a ciegas, y es natural que se tropiece una y otra vez aunque, sinceramente, yo tengo la impresión de haberme pasado más tiempo sacando la pata que he metido, que avanzando.

    Tienes razón en lo del piso, es buena idea. Ya no tiene mayor sentido seguir disimulando una normalidad que no existe. Voy a ver cómo me organizo.

    Abrazos.

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  3. hay que ponerse en tu sitio, no se puede dejar que actuen por nuestra cuenta.
    he echado un vistazo a tu blog y me a gustado.
    un saludo
    Marian

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  4. Es cierto, hay gente que, si se lo permites, te comen por completo. Muchas gracias por mirar mi mundo, Marian, sé bienvenida siempre que quieras. Saludos.

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  5. El puto Nuiz. He estado demasiado ocupado estos días, hasta que he leído. Ten mucho ojo, estos tipos son de los que piensan que el fin justifica los medios. Sal por pies de ahí, pero procura no estar sola. Busca amigos. Suerte. Posiblemente estén leyendo esto. Culpa mía. Qué le vamos a hacer. ¡Hola cabrones!

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  6. La verdad, Brau, yo creo que Julián está en el bando correcto, así que igual lo del Nuiz es hasta positivo. Es cierto que, cuando se considera que hay valores superiores, blablabla, se justifican muchos malos medios en pro de sus fines. Como pasa con la hipocresía de los gobiernos, etc... Pero vamos, siendo este caso no tengo miedo realmente, por ese lado. Por ese bando.

    Me preocupa más el otro.

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  7. Cuando me lo creo, claro. Que es de vez en cuando, en los pocos momentos en que pierdo la guía de la lógica. El resto, como es normal, pienso que todo tiene una explicación y todo lo demás, son tonterías.

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  8. Ya, vale, eso indica que tienes una mentalidad sana y que no te tragas lo primero que te sueltan. Estupendito. Pero por si acaso pretenden algo con lo que no estés de acuerdo ¿eh? no estés sola. Búscate a alguien que sea de tu confianza.

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