domingo, 28 de agosto de 2011

Sábado oscilando sobre Pueblo D

Otro de los grabados de la serie The homes of Ober-Ammergau, pintados por Eliza Pratt Greatorex en 1872. También lo he coloreado yo. Me gusta así, dejando tramos grises. Es como veo el mundo, ahora mismo.

Ahora entiendo mejor a Brau. Volver al cuerpo es como... como ponerse un guante viejo, cedido y cómodo, pero que no deja de ser algo que constriñe la mano.

Vino a mí anteanoche, como ya habréis leído en su blog. Menudo susto me dio, hasta que le reconocí. Era una forma etérea, translúcida, reflejada en el espejo de mi tocador, donde estaba sentada cepillándome el pelo. Me volví, girando en la silla, y le pregunté qué hacía allí, pero no me contestó, sólo extendió los brazos en mi dirección. Creí que sería intangible también, pero no, pude tocarle... Y entonces desapareció.

Como supuse lo que había ocurrido, que acababa de arrebatarle el Nuiz y, por lo tanto, él había despertado repentinamente en el remoto lugar en que se encuentre su cuerpo físico, decidí tumbarme en la cama y traté de concentrarme. Fue más fácil de lo que pensaba. Un tirón seco a la altura del estómago y de pronto allí estaba, flotando suavemente en mi habitación, mi cuerpo tumbado en la cama, quieto... Casi no parecía respirar, pero no me importó.

La luz del cordón de plata que me unía a él era tan hermosa, tanto... No te puedes imaginar. Pensé que era el brillo de la vida, el alma hecha energía. Una belleza que me embriagó durante largos minutos; quizá fueron horas, no sé. El tiempo pasa muy distinto, en ese lado...

No sé qué me impulsó a moverme. Ni siquiera sé si salí por la ventana o traspasé paredes y techo; sólo consta que, de pronto, me encontraba fuera, bajo la noche estrellada, abrumada por todo lo inmenso. El mundo era negro y plata, y sombras móviles, a mi alrededor. El viento susurraba, pero no podía sentirlo. Nada me afectaba: ni el frío, ni la humedad... ni siquiera tenía miedo.

Y eso que, podía sentirlo, había algo rondando cerca, algo que habitaba o deseaba habitar ese extremo de la existencia. Algo peligroso...

Floté, me mecí sobre tejado y chimeneas, me dejé llevar. Me moví por el bosque al son del latido del universo, perezosamente. Recuerdo haber evitado el aura del Cementerio C, que en ese lado era como un agujero en el mundo negro y plata, un abismo siempre hambriento que estaba a punto de estallar, de puro ahíto.

No sé si fue casualidad o si era uno de esos momentos predestinados pero, de pronto, atisbé luces, la realidad que quedaba más allá de la bruma plateada volvió a interesarme, y me di cuenta de que había derivado hacia Pueblo D. Hubiera vuelto de inmediato, porque no quería alejarme tanto de mi cuerpo físico, pero entonces vi luces amortiguadas y capté susurros quedos.

No querían ser escuchados, ni detectados.

Oscilé silenciosamente sobre el pueblo, como colgada de aquel largo hilo plateado, examinando bien la situación...

Eran cuatro hombres, dos en una terraza, otros dos rondando el pueblo, haciendo guardia. Bien armados. Soldados, probablemente sin Nuiz. De las ventanas del edificio vigilado surgía una tenue luminosidad. Entonces, lo reconocí: era la casa del doctor Contreras. Había estado allí una vez... En otra vida, me dije con tristeza. Cuando tú estabas conmigo y yo todavía me sentía segura, confiada en que todo saldría bien y tendríamos un futuro juntos...

Es malo, llorar en ese otro lado de la existencia. Aunque las lágrimas parezcan de plata, siguen sabiendo a amargura y sal.

Me dirigí hacia allí y de pronto estaba dentro. Floté suavemente por la casa hasta llegar al despacho. Oí voces. Las reconocí, antes incluso de poder verlos a ellos. Apenas me asomé, dejando que mi rostro traspasase la madera de la pared.

Eran Popov y Loa.

- ... idea. No, es mejor no utilizar ningún otro método, yo me reuniré con los Sabios - estaba diciendo Popov. Los vi sentados a ambos lados del gran escritorio. Popov miró un mapa que tenían extendido - Iré lo más rápido posible - señaló dos puntos, saltando de uno a otro y clavando en el papel la punta del dedo - Aquí y aquí, hay dos Nódulos, los tomaré, si salgo ahora mismo podré llegar al primero antes del amanecer .

Recordé haber oído a Rolando mencionar los Nódulos. Eran como puntos mágicos, que unían dos localizaciones terrestres sin importar las distancias reales. Si sabías usarlos, podías moverte más rápido, como a saltos, de uno a otro. Algunas personas, estaban naturalmente capacitadas para ello por alguna clase de Nuiz, aunque no lo supieran, y por eso surgían de vez en cuando historias en las noticias sobre gente que viajaba por un sitio y ,de pronto, asombrosamente, estaba en otro continente. Generalmente, mencionaban una niebla extraña. Era un Nódulo. Si no tenías el Nuiz adecuado, siempre podías "abrirlos" por medio de la magia.

Así que Popov se marchaba, iba a reunirse con los famosos Sabios...

- Que dois-je faire? - preguntó Loa. Y, luego, repitiendo con un pronunciado acento francés - ¿Qué debo hacer?

- Matarlos - respondió Popov, brutalmente, provocándome un escalofrío - Matarlos a todos. Exterminarlos por completo. Costó mucho eliminar a Radar, espero que lo tengas en cuenta y aproveches la ventaja.

- Ah, oui. La femme est à la Villa A, j'ai vérifié la marque de magie. (La mujer está en Villa A, he comprobado la marca mágica) - se refería a mí, claro. Mi cuerpo seguía en la cama, en la casa - En l'honneur du Roi... En honor al Rey, levantaré los cadáveres del Cementerio C - hizo una pausa, como buscando las palabras - Ils causent la panique, dévorer, et si l'on survit, nos hommes se retrouveront avec lui.

(Causarán pánico, devorarán y, si alguno sobrevive, nuestros hombres terminarán con él)

- Ja, Loa - rió Popov - Vous savez que je parle un français parfait, non?

(Ja, Loa. ¿Sabes que hablo un francés perfecto, no?)

- Oui, pero yo también hablo perfectamente l'espagnol - dudó, sin inmutarse ante la sonrisa de suficiencia de Popov - Je voudrais pouvoir rester avec la fille, si seulement quelques heures.

(Me gustaría poder quedarme con la niña, aunque sólo sea unas horas.
)

Eso me dejó paralizada. ¿Beatriz? Lo que podría querer aquel engendro de mi hija... El miedo siseó sobre la bruma plateada que me envolvía. Popov le miró con atención.

- Eres un pervertido, Loa - el otro no replicó. No debió considerar importante, defenderse. Popov se encogió de hombros y asintió - Sea. Vous pouvez vous amuser avec Béatrice. Mais le tuer plus tard.

(Puedes divertirte con Beatriz. Pero mátala después.
)

- Très bien - Popov se puso en pie y cogió una bolsa, con algunos documentos. Loa siguió sentado, siguiéndole con la mirada - Je vais le faire demain soir.

(Lo haré mañana por la noche.)

- D'accord. Ne pas manquer. Tuez-les tous. Surtout Rebecca.

(De acuerdo. No falles. Mátalos a todos. Sobre todo a Rebeca.)

Loa asintió. Popov salió del despacho y yo me separé de la pared. Cruzó la puerta, a mi derecha y traté de apartarme; pero el pasillo era estrecho y las distancias se me confundían, porque en el mundo negro y plata no tienen mucho sentido. No me dio tiempo.

Me atravesó, limpiamente.

No puedo explicar correctamente lo que sentí, lo he intentado y es imposible: fue como una tormenta borrascosa barriendo repentinamente cada célula de mi cuerpo, un contacto más íntimo que cualquiera que hubiese tenido con un hombre.
Estuvo dentro, muy dentro, durante un instante que fueron siglos...

Popov sintió algo también. Se detuvo bruscamente, se volvió y miró lo que para él era la densa oscuridad de un pasillo vacio. Pero buscó, olió...

- ¿Rebeca? - susurró, alzando una mano, intentando tocarme. Yo contuve la respiración, aunque no respiraba. Creo que, a pesar de todo, supo que yo estaba allí, porque añadió: - Devushka...

(Pequeña...)

Pero terminó claudicando. Se dio la vuelta, y siguió pasillo adelante, la cartera oscilando como yo. Oscilando en su mano...

Y, entonces, tuve una idea.

Avancé hasta volver a alcanzarle, me incliné, ligeramente, y metí la mano en la cartera. Con mucho cuidado, jugué entre los dos mundos, entre los dos Nuiz que poseía. Concentrada, convertí cuantos papeles pude en pura energía, que retuve entre los dedos. Brilló en azul, un destello del tamaño de una moneda de dos euros, pero justo Popov daba la vuelta a la esquina y yo lo atraje rápidamente al lado de la existencia en que me encontraba. Creo que de verdad no se dio cuenta de nada...

Y yo le olvidé por completo porque, justo en ese momento, sentí... no sé. Había algo conmigo allí en el pasillo. Aunque no oía nada podía percibir el gruñido profundo, bajo, como un perro que amenaza dispuesto a atacar. Aunque no podía ver nada, estaba segura de que, a diferencia de Popov, si yo extendía mi mano, sí iba a sentir algo.

Olía a demonio. A ser doblemente ajeno, extraño al mundo real y al mundo de plata. A infierno de llama eterna...

Recordé lo que me había dicho Radar sobre la marca mágica. ¿Sería eso? ¿Habré atraído alguna criatura?

Creo que saltó hacia mí, pero di un potente tirón y regresé, combando las distancias reales. Un segundo, y estaba flotando suavemente sobre mi cuerpo. Volví a introducirme en él, con la sensación del guante viejo que he mencionado antes. No sé cuánto tardé en abrir los ojos pero, al despertar, tenía unos papeles en la mano.

Los he revisado con Enrique y con Javier.

Tenemos una especie de mapa europeo de Nódulos. No son tantos, hay exactamente siete. Y, tras leer algunos textos en alemán, Javier cree que Popov se dirige, en dos saltos, hacia la Schwarzwald, la Selva Negra. Alemania.

- Va a ver a los Sabios - les dije. Ambos intercambiaron una mirada. Tenemos que ir, está claro...

Pero, mañana por la noche, Loa piensa desatar un infierno sobre nosotros...

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